PROHIBIDO PRESENTAR A LOS DELINCUENTES
PROHIBIDO PRESENTAR A LOS DELINCUENTES
Editorial La Tribuna
AHORA que vuelve a abrirse la caja de Pandora, quizás no sea el momento oportuno de hablar de los éxitos de las fuerzas de seguridad y demás operadores de justicia o de cómo progresivamente se han ido reduciendo los alarmantes índices de homicidios. En medio de las notas estridentes del escándalo, la audiencia no tiene oídos para otra cosa. La propia Casa de Gobierno asegura que la disyuntiva es “cerrar la Policía o construir una confiable”. Nadie ignora que a la institución policial –contagiada por las tentaciones, la corruptela, el crimen organizado y los otros grupos delictivos– quedó infelizmente diezmada en su efectividad. Los intentos por restaurarle funcionabilidad y credibilidad han pasado por diversos procesos de remiendo. Sin embargo, de pronto pareciera que todo el terreno avanzado queda en el limbo de la duda y de la sospecha.
Hemos creído que, pese a todo el lastre que arrastra la institución y a las graves fallas que aún persisten, son más los oficiales y policías profesionales y rectos que lo desechable. Nada gana el país con un aparato policial cuestionado, vilipendiado y con su moral por el suelo. Por ello, esperanzados en los procesos de reparación, orientados a cambiar un ente dañado por algo más profesional y eficaz, hemos querido contribuir a elevar la autoestima policial en la medida que observe un compromiso distinto a lo que tanto le ha perjudicado. Así que el diario, si bien publica las noticias que tienen que ver con la violencia, los fríos asesinatos –y las fotos que a veces incomodan– ya que la función de la prensa no es ocultar la realidad sino evidenciarla, también ha existido el propósito de destacar los aciertos de las instituciones públicas que combaten el crimen y el delito. Cada vez que hay capturas se muestran las fotos en las portadas, para certificar que las cosas ya no son como eran antes, cuando se cometían crímenes y nada sucedía, a nadie detenían, nada se investigaba y nada se judicializaba. Publicar esa información es un disuasivo al crimen, ya que mostrar a los delincuentes que sus fechorías no van a quedar impunes es lo que mayormente desestimula esa torcida conducta.
Sin embargo, vemos que ahora eso no será posible. Un boletín de la Policía Nacional ordena a las autoridades “abstenerse de presentar oficialmente a ciudadanos detenidos por la supuesta comisión de hechos delictivos ante los diferentes medios de comunicación”. Lo anterior –explican–porque les dijeron que eso viola los derechos de los supuestos delincuentes, que es menester cuidar más de lo que importe lo sucedido a las víctimas. Así que la crónica de los aciertos que haya en la captura de facinerosos, ahora va a limitarse a una escueta gacetilla, para que la sociedad no se entere de quiénes son los que cometen las atrocidades y, con el tiempo, los operadores de justicia y la misma Policía, luzcan ante el público como entes completamente ineptos. Por algo es que las cosas en este país están patas arriba.
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