¿Smart city? Ja, ja

¿Smart city? Ja, ja


JULIO ESCOTO/ESCRITOR

A la comuna sampedrana le tomaron el pelo. Alguna alucinada que vive fuera de lo concreto copiando realidades ajenas, o alguna agencia inventora de lemas publicitarios le vendió el título “smart city” para identificar la obra de la nueva (ya bienia) administración. Carteles vistosos anuncian al pueblo, a lo ancho de avenidas, que seremos pronto ciudad inteligente, con todo el registro contemporáneo y particularmente tecnológico que ello implica, es decir, una comunidad donde tras haberse resuelto los problemas básicos se avanza mediante el máximo uso de la ciencia a la más alta calidad de vida, algo que exige, preeminentemente, la dupla de una dirección y una administración edilicia absolutamente profesional, visionaria y previsora…

Aparte de Dubái, Londres y otras escasas comunidades planetarias (Glasgow, LaGrange, Georgia (EUA), Teherán, Singapur), el sueño de urbes plenamente automatizadas no ocurrirá sino en 2040, y eso que su presupuesto es mil veces superior que el del asentamiento catracho de valle de Sula. ¿Dónde reside, entonces, la causa de la precipitada declaración sampedrana? ¿Es error, engaño, deseo, exageración, cursilada?

La “smart city” busca, en primacía, resolver en sumo porcentaje las exigencias fundamentales del aparato urbanístico: fluidez de comunicación: avenidas amplias, corredores logísticos y, primordial, transporte público fiable, seguro y de bajo costo (para forzar su uso circular Ámsterdam cobra por hora-parquímetro 30 Euros). Eso es lo sencillo pues adicionalmente deben funcionar óptimos los servicios de agua potable, alumbrado público, recolección de desechos sólidos, vigilancia, seguridad y entorno estético. Probado que las ciudades con mayor exposición de obras artísticas son menos violentas (Suwon (Surcorea), Estocolmo, Waterloo (Canadá), Berlín, Taipei, Mitaka (Japón). “Para qué tractores sin violines” clamaba Pepe Figueres…

Exige iniciativas cibernéticas avanzadas (el llamado Internet de cosas): todo servicio pasa a integrar redes de interfaz digitalizado donde policía, hospitales, entes de emergencia, tránsito, vigilancia, planificación inmediata y a futuro, coyunturas políticas (turbas, motines, terrorismo), otros, se correlacionan bajo distritos sectoriales y mando hegemónico. La computación es reina del ordenamiento pero el objetivo céntrico jamás desaparece, que es el bienestar humano.

SPS ni siquiera llega (peor con administradores improvisados) a urbe sostenible, cual Curitiba, de Brasil. Padece analfabetismo (07% y en aumento) y déficit diversos en salud pública, vivienda, habitaciones, agua salobre, escuela elemental, iluminación comunitaria, tiene calles de tierra, violencia agravada, pobreza y miseria, congestionamiento vehicular, carencia de ambulancias, clínicas y hospitales; un terremoto o epidemia la harían sucumbir.

Ciudad sostenible hubiera sido ideal divisa pero (casi toda) la Comuna se ha enfatuado y no escucha. Vive en el empíreo de la andada política, además de confundir la acción intelectual con el cajón de espectáculos. Sus proyectos con temporales y debe subsidios culturales hace décadas…

Ojalá corrigiera y evitara ridículos como este, aunque la historia es inclemente y no da paz –cualquiera hace burradas– y aprovechara las instancias de la maravilla del avance tecnológico, que es además de relativo bajo costo: un reloj para arribo de rutas, exacto e infalible, erradicaría la competencia asesina de conductores de autobuses; dotar a las farolas con alimentación solar ahorraría a la municipalidad millones.

Queriéndose se quiere pero si falta inteligencia es vano bregar...

Comentarios

Entradas populares