Fuego contra fuego

Fuego contra fuego


Venganza privada prevalece en las calles catrachas

Por Carlos Javier Martínez
Periodista y Licenciado en Derecho

Mientras las autoridades policiales hondureñas se debaten en una lucha encarnizada de poder para servir a amos y señores; y no propiamente los intereses de la ciudadanía, en las calles lo que prevalece es la cultura de “plata y plomo”, tal como ocurre en México y Colombia.

Honduras, entre el 2009 a 2016 ha sido estremecida por verdaderos tsunamis sociales; no propiamente porque es bañada por dos mares, sino que su inestabilidad social la ha llevado a rompimientos constitucionales, escándalos de corrupción y crímenes repudiables, pero lo más lamentable es que un gran número de sus ciudadanos ya no se inmutan o intimidan cuando abren las páginas de un periódico o miran los telenoticieros, aunque lo primero que observan son imágenes de extrema violencia, una lucha de tigres, lobos, chacales y ovejas.

En tanto “Juan Pueblo” sigue caminando silencioso a su trabajo, como si no pasara nada, pese a estar rodeado de víboras y fieras; como en la selva. Sobrevive, mientras no llegue la desgracia a su hogar.

¿Cuánto tiempo durará esta crisis de valores: corrupción, arrebato, desquite o venganza? Quizás nunca termine, o solo sea decorada o maquillada, tal como siempre ha pasado con nuestra amada Honduras. Los malos políticos la han ultrajado desde que fuimos conquistados por el primer mundo y solo saben maquillarla cada cuatro años, cada vez que se sientan en el estadio Nacional a reclamar el poder presidencial.

En tanto, la Comunidad Internacional se queja que cientos de millones de dólares han sido invertidos en este país como parte de la reciprocidad en la lucha contra la narcoactividad, porque este pequeño país sin recursos, les ha ayudado a interceptar y destruir algunas toneladas de cocaína y marihuana que se trasiega para las naciones consumidoras desde la década de los cuarenta.

Sería bueno conocer el número de cheques que han ingresado a la Tesorería General de la República en concepto de donaciones y ayuda en materia de lucha contra el crimen organizado, porque algunos dicen que ese dinero donado por los países cooperantes no ha entrado al presupuesto de las instituciones y que por eso en una cumbre realizada en El Salvador se impuso a los países del Triángulo Norte, el famoso impuesto de seguridad. Una copia burda del impuesto de guerra de los mareros, después de saber que estos se agenciaban cada año, solo del sector transporte, casi mil millones de lempiras.

La ley de la selva prevalecerá entre los hondureños, si la Comunidad Internacional no ayuda realmente al rescate de la gobernabilidad y establecimiento de la seguridad ciudadana. Esta tiene que impulsar proyectos que transformen la institucionalidad y la conducta ciudadana.

Recomendamos erradicar la conducta de tenencia y uso de armas, tal como el presidente de los Estados Unidos quiere implementar en su país, aunque se opongan fabricantes y distribuidores, porque en Honduras lo que debe prevalecer es la seguridad interna y su sanidad mental. Asimismo, brindarle mayor apoyo a los juzgados de Paz y de Policía, que es donde empiezan los conflictos entre vecinos, y fortalecer la Policía de Investigación para que los casos de mayor impacto social y daño a la ciudadanía, sean resueltos con efectividad en los tribunales de orden penal.

Asimismo, sugerimos una reforma económica; que la gran empresa y el gobierno apadrinazquen a la pequeña y mediana empresa, solicitando ayuda internacional, para que haya mayor emprendedurismo entre los profesionales surgidos de las aulas universitarias y un reenfoque de la educación convencional y técnica, con intercambios académicos con Alemania, China, Japón y los Estados Unidos. La globalización reclama mejor tecnología.

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