Alfabetización versus extorsión

Alfabetización versus extorsión


ARMANDO VILLANUEVA

“Con la buena educación es el hombre una criatura mansa y divina, pero, sin ella, es el más feroz de los animales. La educación y la enseñanza mejoran a los buenos y hacen buenos a los malos”. Frase célebre inspirada por Platón casi cinco siglos antes de la era cristiana.

El mismo Platón decía que nada más que la educación le abre la mente al individuo para tomar conciencia de su existencia, de su realidad, de su entorno. Por eso, agregaba, la “educación es la desalineación, la ciencia es la liberación y la filosofía es alumbramiento”.

Esos pensamientos históricos de uno de los grandes padres de la filosofía –y de la educación- se nos vienen a la mente en medio del debate que ha desatado en nuestro país el tema de la alfabetización.

Ni que estuviéramos en los tiempos de la Santa Inquisición para negarle el conocimiento de la escritura al resto de mortales, solo por privilegiar a una casta religiosa. Pero, si de Dios se trata, habría que excluir del Edén a quienes se resistieran a enseñar a terceros a leer y a escribir.

Sería un apátrida, un mal nacido, cualquiera que lo hiciera, más aún si esas pocas horas que dedicará a educar a un ser analfabeto le servirá, primero, a sacarlo de la oscuridad y, segundo, a tener su título.

Pero no es el punto. El punto es que el Estado trabaja contra reloj tratando de bajar el analfabetismo a los índices que le exige la Unesco y lo está haciendo a raja tabla, contra viento y marea. Y no importa si no pueden conseguir analfabetas, no importa si los “estudiantes” de los estudiantes extorsionan a sus “maestros”.

Que hay grupos y dirigentes magisteriales aprovechando la tempestad para pescar en río revuelto –y desquitarse unas cuantas con el ministro- claro que los hay.

Pero bien dice el dicho: Con soldados forzados, no se ganan batallas. La idea no solo es buena, sino, necesaria. Pero debe corregirse la metodología para no perder el tiempo.

Y, otra vez Platón. El filósofo ateniense decía que no se debía obligar a nadie a aprender ni se debía forzar la cabeza para asimilar conocimientos en ella. Y lo dijo hace 2,500 años.

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