Depuración de la Policía
Depuración de la Policía
Por: Benjamín Santos
Solo como curiosidad señalo que la palabra Policía tiene el mismo origen de la palabra política y ambas proceden del griego polis de manera que como las dos actividades están vinculadas a la sociedad en general, su depuración es tarea igualmente difícil. Y cuando una contamina a la otra es más difícil todavía. Depurar es volver puro lo que está contaminado y en cualquier caso el problema mayor es determinar la línea que separa lo puro de lo impuro. Incluso en el procedimiento sencillo de separar las frutas podridas de las sanas la tarea es difícil. Puede ser que una fruta se mire sana por fuera y al apretarla está podrida. Puede ocurrir que por fuera se mire en mal estado, pero es solo la cáscara, por dentro está buena. Imagínese, querido lector, separar los policías buenos de los malos sin que exista un expediente donde conste el seguimiento que se le ha dado a la conducta de cada uno.
La primera contaminación que sufrió la Policía fue de carácter político sectario. En tiempo del General Carías la Policía Nacional estaba formada solo por miembros del partido de la Estrella Solitaria, porque su principal tarea era defender al gobierno, al extremo que intentó dar un golpe de Estado al gobierno de Villeda Morales lo que motivó su eliminación para ser sustituida por la Guardia Civil, integrada solo por liberales. Como el Ejército estaba formado igual que la Policía anterior por nacionalistas, el choque entre ambos cuerpos era inevitable por razones puramente sectarias. Cuando los militares dieron el cruento golpe del 3 de octubre de 1963, se eliminó la Guardia Civil y se creó la Fuerza de Seguridad Pública, la famosa FUSEP, como parte de las Fuerzas Armadas con la famosa DNI como órgano de investigación, especializada en torturas. A partir de 1993 se empezó a plantear la necesidad de separar la Policía de las Fuerzas Armadas por razones más que justificadas y al terminar el siglo se nombró una Comisión de Traspaso que fue presidida por el doctor Hernán Corrales Padillas. La Junta se desintegró, como estaba previsto, cuando se creó la Secretaría de Seguridad y se creyó que el problema de la Policía quedaba solucionado para siempre.
La creación de la nueva institucionalidad policial coincidió con el incremento del narcotráfico. La manipulación sectaria, sin que haya desaparecido, pasó a segundo plano, frente a la contaminación proveniente del narcotráfico y el problema de la proliferación de sicarios en la que cayó hasta la cúpula policial. Desde entonces, es decir desde principios del siglo actual, se viene hablando de depurar la Policía.
Gautama Fonseca cuando fue secretario de Seguridad envió un proyecto de Decreto que fue aprobado por el Congreso con el resultado que todos los depurados demandaron reintegro y cobraron una buena cantidad en concepto de salarios dejados de percibir. Durante algún tiempo funcionó una Oficina de Asuntos Internos para depurar desde dentro sin ningún resultado. Luego se creó la DIECP como órgano independiente para investigar y evaluar sin que se haya logrado la famosa depuración. Ahora y a raíz del involucramiento de la cúpula policial del 2009 y años siguientes en delitos de alto impacto vuelven las esperanzas de que mediante un decreto de emergencia aprobado por el Congreso se va lograr la tan llevada y traída depuración policial.
¿Será posible que esta vez se logre el propósito? Para no parecer aves de mal agüero como se dice popularmente, vamos a creer que esta vez será la vencida. Sin embargo, no podemos dejar de pensar en los siguientes obstáculos: 1. El espíritu de cuerpo. Los policías han heredado de los militares que en todo caso deben actuar como un solo hombre y nunca se prestarán para denunciar a un jefe o a un compañero que anden en malos pasos. Solo así se explica que haya permanecido oculto el informe que se elaboró al investigar la muerte del general González, el llamado zar antidrogas. 2. La calidad de quienes ingresan al cuerpo policial. Son personas que, aunque en su mayoría honrados, al verse investidas de autoridad mediante el uniforme y un arma, creen que están por encima de los demás y que están autorizados para poner la autoridad al servicio de sus intereses personales. La corta formación que reciben hace hincapié más en cuestiones técnicas y físicas que en la fortaleza psíquica para no dejarse doblegar por el cargo. 3. La vulnerabilidad a que los expone su condición social, su falta de vocación y su deseo de salir de la pobreza.
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