¡El tambor de la alegría!

¡El tambor de la alegría!


Por: Julio Raudales
A propósito de policías, escándalos y “revelaciones” sobre temas harto conocidos por los interesados, los hondureños fuimos sorprendidos esta semana, por una noticia internacional que involucra -cómo no- a algunos de nuestros empresarios, junto a otros célebres personajes del mundo.

Se trata de los famosos Papeles de Panamá (Panamaleaks), que son el resultado de una acuciosa investigación realizada durante más de un año, por un grupo de periodistas ligados al diario alemán Süddeustche Zeitung y el denominado Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICII).

Pero ¿qué revelan los “Panamaleaks” que causa tanto revuelo?, ¿por qué se da esta situación y cómo se justifi ca su existencia?; ¿se pueden sacar algunas lecciones prácticas sobre ella? Los Papeles de Panamá publican las operaciones efectuadas por un bufete panameño (Mossak-Fonseca) que tiene presencia en muchos países desarrollados del mundo.

¿A qué se dedica el bufete? Pues a crear empresas establecidas en los denominados “paraísos fiscales”, cuyo fin es la evasión de impuestos en sus países de origen.

Paraíso fiscal es una mala traducción del inglés ‘Tax Haven’, literalmente ‘refugio fiscal’. Se trata de lugares donde la creación de sociedades mercantiles es una de las principales, cuando no la única, industria del país. Por ejemplo, en Islas Vírgenes hay el doble de sociedades registradas que habitantes.

Su éxito reside en las enormes ventajas fiscales que ciudadanos de otros países pueden obtener utilizando estas sociedades y en el secreto bancario necesario para ocultar bienes o patrimonios a las autoridades de cada país.

La lista de países es grande (más de 30 según la Unión Europea), aunque destacan nombres como Andorra, Islas Vírgenes, Bahamas, Hong Kong y por supuesto Panamá.

Aunque era un secreto a voces, no deja de alimentar el morbo de la gente, conocer algunos conspicuos nombres que aparecen como propietarios o socios de estas empresas.

Desde mandatarios y políticos como Vladimir Putin, Mauricio Macri y la familia Borbón, hasta amados personajes de la farándula como Leo Messi, Mario Vargas Llosa y Pedro Almodóvar, pasando también por afamados empresarios y banqueros. ¡En fin, solo gente pobre!

Generalmente los paraísos fiscales están en países pequeños, con poca producción, pero con excelentes condiciones de vida y mucha seguridad jurídica. ¡En fin, son lugares donde se vive muy bien!

La gracia de estos “paraísos”, es que hacen uso de su facultad soberana de definir sus tasas impositivas y por lo general las establecen muy bajas (muchas veces cero), sobre todo para atraer grandes capitales.

De esta manera, si yo soy muy rico y vivo en un país desarrollado, digamos Inglaterra, en donde tengo acceso a excelentes servicios públicos, un nivel de vida muy cómodo, pero a cambio tengo que pagar muchos impuestos, no me viene mal establecer una “empresita” en Gran Caimán, para mandar para allá mi platita y así ahorrarme el pago de impuestos. A este proceso se le llama offshore.

En realidad el offshore no es ilegal, siempre y cuando no se oculte su existencia en el país de residencia del propietario. Lo que sucede es que el asunto se puede prestar también para lavar “dinero sucio”.

Pero ya vimos que no solo los magnates de los países ricos se dedican a esto; también algunos de nuestros empresarios han salido en la lista de los Panamaleaks y seguramente conoceremos más. No es casual que muy seguido llegue a uno de nuestros aeropuertos, un Jet de pasajeros con un vuelo directo de Gran Caimán, ¿curioso no?

A la pregunta ¿por qué existen estos “paraísos” y qué hacen algunos empresarios hondureños en ellos? no es difícil encontrar respuesta:

Si tenemos un sistema tributario perseguidor y poco eficiente, pero si sobre todo los contribuyentes perciben que sus impuestos sirven apenas para satisfacer la voracidad de los políticos y no para prestar mejores servicios públicos, es natural que busquen maneras de evadir su pago.

Debo insistir en que pagar impuestos es un deber ciudadano ineludible. Pero hay que remarcar que solo cuando el gobierno que administra el uso de los mismos actúa de manera responsable y sabia, es que no hay excusas para evitar su pago.

En conclusión vale la pena hacer dos sugerencias para evitar la proliferación de evasores fiscales: Un sistema tributario sencillo (con pocos pero eficientes impuestos) y un uso del gasto público más inteligente y acorde con la necesidad de la mayoría de la gente.

En resumen, necesitamos un pacto fiscal.

¡El tambor de la alegría!

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