Se destapó la olla policial

Se destapó la olla policial


Por Mario E. Fumero

Las revelaciones hechas por el diario The New York Times (NYT) evidencian un hecho que ya era de conocimiento popular por las declaraciones de Alfredo Landaverde, lo cual le costó la vida. Lo revelado no es nada nuevo, es un hecho “vox populi”. El problema radica en que toda acción debe ser fundamentada en pruebas fehacientes, porque sin testigos y evidencias, la justicia se ve imposibilitada para actuar.

Todas las policías del mundo son vulnerables del crimen organizado. Esto ha ocurrido no solo en Honduras, sino también en Estados Unidos, España y muchos países industrializados, pero la diferencia aquí es que el mal tiene décadas de estar enquistado, y envuelve a la cúpula de la Policía, aunque es bueno aclarar que no todos están coludidos con el crimen y narcotráfico, hay buenos oficiales, pero tienen que callar porque si no, pueden ser silenciados.

Es común escuchar relatos de que subcomisionados y comisionados llegan a las casas de los narcos para buscar su comisión por hacerse los ciegos. Otros instrumentalizan a las maras para el trabajo sucio, y algunos están detrás de la extorsión y el sicariato. De lo que más adolecen algunos oficiales es de integridad, y los que en realidad tienen principios, son silenciados o marginados para que no descubran o hablen de lo que pasa dentro de las altas esferas.

He conocido comisionados y subcomisionados rectos y temerosos de Dios que están en los mandos policiales, y ellos permanecen al margen de los corruptos, que son una minoría, pero que tienen el poder y el control hacia abajo. Estas revelaciones del periódico NYT y difundidas por los medios nacionales parecen sacadas de una novela policíaca, con detalles y relatos que bien pueden servir para una película estilo “Misión imposible”. Es una gran responsabilidad la que tiene la comisión nombrada por el Presidente, y presidida por el ministro de Seguridad, la cual debe investigar a fondo los hechos y dejar un precedente que imponga temor en los futuros jefes de las fuerzas de seguridad, porque como dice la Biblia “nada hay oculto que no sea revelado”.

Las revelaciones del NYT han dejado con la boca abierta a muchos hondureños, y a nivel internacional, la imagen de Honduras quedó dañada. Es tiempo de rectificar y reparar los descuidos cometidos en estos hechos que siguen presentes en la mente de muchos ciudadanos. Es necesario devolverle al pueblo la confianza en una Policía que actúe conforme a la ley. El poder no da derecho a violar la ley. Un policía debe ser un ejemplo de integridad y rectitud, y para ello debemos mejorar su estándar de vida, sensibilizarlos, y por qué no, premiarlo cuando mantiene una conducta ejemplar. No es justo catalogarlos a todos como “delincuentes con uniforme” porque entre 11,000 agentes siempre habrá algunos Judas Iscariote, y muchas veces la culpa la tiene el mismo sistema.

Recuerdo una vez que conversaba con un agente de tráfico que aceptó una mordida a un ciudadano para que evadiera una infracción, y cuando le reclamé esa acción, me dijo que él simplemente imitaba lo que sus jefes hacían y compartía con ellos esa “mordida”.

Es bueno aclarar que la corrupción no está solo en la Policía, sino tristemente en todo el sistema social, público y privado, la diferencia es que los policías llevan armas, y se protegen entre ellos mismos, pero creo que si esta comisión funciona como Dios manda, podremos esperar un futuro mejor.

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