Honduras, un país de contrastes
Honduras, un país de contrastes
Por: Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario
Periodista y catedrático universitario
¿Estará cercano el día que en Honduras se pueda vivir en un entorno de paz y armonía social? ¿Será posible erradicar a corto o mediano plazo la violencia y los altos niveles de inseguridad? ¿Surgirá en el futuro cercano una nueva clase política capaz de hacer a un lado intereses arribistas y ponerle un alto a la corrupción y la impunidad?
Mi objetivo no es saturar al lector con preguntas que seguramente la mayoría de la población ya se ha hecho, de una o de otra manera, preocupa la incertidumbre de un futuro nada agradable, sin oportunidades para los jóvenes, sin posibilidades de desarrollo social y sin mayores opciones de crecimiento económico.
Volviendo a las consultas inicialmente planteadas, el problema de encontrar respuestas y soluciones a la problemática del país radica en un complejo panorama de contrastes, es inconcebible por ejemplo como una nación multicultural, rica en recursos naturales, biodiversidad y con un alto potencial turístico y comercial atractivo para mercados internacionales, sea una de las tres más pobres del mundo.
A pesar de los millonarios recursos que se invierten en programas y estrategias de reducción de la pobreza, el país refleja cada vez más un abismal desequilibrio social, según datos del más reciente Índice de Desarrollo Humano que prepara el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), siete de cada diez hondureños viven con ingresos muy por debajo del costo de la canasta básica familiar.
El mismo informe señala que la tasa de desempleo y subempleo se elevó a niveles alarmantes, más de 20 puntos porcentuales, cifras que contrastan con los promocionados programas de empleo que se plantean los diferentes gobiernos.
El Presupuesto General de la República también presenta serios desbalances, este se incrementa cada año en cantidades millonarias, sin embargo, Honduras históricamente es el país con menor inversión pública en salud, seguridad social, vivienda y educación, en este último, los altos índices de pobreza alejan a niños y jóvenes de las aulas escolares y los sumerge en un entorno de explotación laboral y en el peor de los casos, en la mendicidad y la actividad delictiva.
La violencia sigue siendo el principal problema social del país y aunque entre 2014 y 2015 el presupuesto asignado para Defensa y Seguridad se incrementó en poco más del 60% con una asignación anual superior a los 9 mil millones de lempiras y en el 2016 superará 13 mil millones de lempiras, cantidades desproporcionadas en relación con los tímidos resultados en la lucha contra este flagelo.
Así de grandes son los contrastes de un país en donde la corrupción y la impunidad siguen ganando terreno y a pesar del malestar y las protestas ciudadanas, los votantes continúan eligiendo a los mismos políticos cuestionados, con una sociedad civil débil y sin mayor representatividad, con reformas y nuevas leyes en un sistema de justicia permisivo y manipulado en donde se premia al que delinque y se castiga al inocente.
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