A desarticular las mafias en la Policía
A desarticular las mafias en la Policía
OCTAVIO CARVAJAL
La depuración policial que mediante decreto ejecutivo logró el mandatario Juan Orlando Hernández debe ser inaplazable, pero fríamente calculada, sin recelos ni tirrias para bien de los hondureños que llevan años pidiendo su reestructuración o clausura porque buen grupo de sus miembros ha sembrado muerte hablando de justicia.
No cabe ninguna duda que la Policía Nacional Preventiva sigue secuestrada por mafias poderosas que podrían estar fraguando acciones maquiavélicas para crear temores, desconciertos con hechos violentos sistemáticos en respuesta a la embestida gubernativa de no dar más tregua a una urgente limpieza de la institución.
Ahora más que nunca quedó descubierta la impudicia con que han venido actuando oficiales y subalternos implicados en sinnúmero de delitos confabulados con temibles pandilleros utilizados para extorsionar comerciantes, empresas de todo nivel hasta acabar con la vida de inocentes de la forma más vil.
Cuántos crímenes contra taxistas, choferes de buses, transportistas, empresarios, entre una ristra de asesinatos jamás esclarecidos porque los jefes casi siempre ocultaron la verdad o manipularon sendos informes. Se hicieron y siguen haciéndose los locos de veraces investigaciones porque los principales sospechosos son comisionados.
A lo descarado, altos oficiales negaron conocer cualquier documento relacionado con atroces atentados ordenados por narcotraficantes y ejecutados desde cúpulas policiales, pero indagaciones de EL HERALDO descubrieron sus falsos rostros. Mentira tras mentira sobre cada homicidio a manos de sicarios uniformados.
Los diputados aprobaron sin titubear el decreto ejecutivo para depurar la pudrición y esperamos que no haya ruegos ni mimos. Quienes acusaron que todo era un “show” de Hernández Alvarado nomás fueron floreros de regímenes amantes de un nutrido libertinaje. Caiga quien caiga. El culpable que aliste la espalda para la celda.
Por el bien de todos, que nadie más manosee por apetito personal o de grupo la purga policial. Den el tiro de gracia a bandidos que asesinan investidos de mando.
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