Matando al matón

Matando al matón


Dr. Israel Romero Puerto

Juris doctor (jurista internacional)
PhD – israel09r@yahoo.com
Conocidas las circunstancias relacionadas con las muertes tanto de Julián Arístides González, llamado Zar Anti-Drogas, y de Alfredo Landaverde, defensor de derechos humanos, quisimos hacer un poco de investigación en el campo internacional para saber cómo se manejaron casos sonados, especialmente en los Estados Unidos. Nos hemos quedado atónitos de los resultados, y de las similitudes de dos superasesinatos; el del presidente John F. Kennedy, y el presidente Abraham Lincoln.

El presidente Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas. Se asegura que quien jaló el gatillo del rifle fue Lee Harvey Oswald, pero que este fue asesinado inmediatamente por Sirham Bishara Sirham, quien lo estaba esperando fuera del edificio desde donde Oswald disparó. Al asesino de Kennedy lo mató otro asesino, quien dijo haber actuado en su cuenta propia. Es decir, el asesino murió sin confesar quién lo mandó a matar a Kennedy.

Antes de Kennedy había sido asesinado el presidente Abraham Lincoln, y quien lo asesinó, John Wilkes Booth, escapó de Washington, DC por el único puente que no estaba vigilado. Todos los demás puentes estaban bien custodiados. Tres días después fue encontrado escondido en un garaje usado para guardar pacas de heno cerca de Port Royal, Virginia, y fue muerto a tiros por un soldado llamado Boston Corbett, quien disparó sin aparente orden de nadie. Es decir murió sin confesar quién le dio la orden de matar a Lincoln.

Otros presidentes de los Estados Unidos, y secretarios de Estado, y congresistas, han sido asesinados siguiendo el mismo patrón. En 1835, el presidente Andrew Jackson milagrosamente sobrevivió a un atentado para matarlo. Otro presidente, el 20º de los Estados Unidos, James Garfield, fue asesinado a tiros en una estación de ferrocarril el 2 de julio de 1881, cuando solo tenía 4 meses de ser presidente.

El congresista Larry P. McDonald murió el 31 de agosto de 1983 cuando Korean Airlines 007 fue derribado supuestamente por accidente cuando se dice que invadió el espacio aéreo ruso. El congresista John Heinz murió el 4 de abril de 1991, en un accidente aéreo cerca de Filadelphia. Al día siguiente, otro congresista, John Tower, murió en otro accidente de avión.

Todas las muertes de esas personalidades según los expertos en periodismo de investigación tienen el mismo origen: todos ellos se opusieron a que el dinero de los Estados Unidos fuera acuñado por una empresa privada, el Banco Rotschild, quien lo sigue haciendo hasta hoy, sin reserva de plata, como manda la ley americana. Y lo más chocante del caso es que se dice que esa empresa privada es quien realmente manda porque es quien controla el circulante en aquel país.

En Honduras, hoy se dice que quienes mandan son los narcotraficantes. Que ellos le dan órdenes al Presidente de la República y al jefe de la Policía, y se especula que quienes mataron a Julián Arístides González y a Alfredo Landaverde, son los cinco oficiales de Policía cuyos nombres y fotografías aparecieron ayer en los rotativos nacionales, obedeciendo órdenes del crimen organizado. Encima de eso, ayer el ministro de Defensa anunció la destitución de otros tres altos oficiales de la Policía Nacional, sin dar sus nombres, por supuestamente estar involucrados en esas muertes. Los oficiales muertos ya no pueden testificar.

Por muchos años numerosos autores han intentado sonar la alarma que un oculto gobierno sombrío manda en los Estados Unidos. En Honduras, se especula lo mismo. Nos hace recordar las declaraciones de Otto von Habsburg, miembro del Parlamento Europeo, quien dijo: (1) “La ignorancia de los americanos es alarmante”. Parafraseando nosotros diremos que: “La ignorancia en Honduras es alarmante”; y (2) “La concentración de poder en América mete miedo”. Parafraseando diremos que: “La concentración de poder en Honduras mete miedo”.

El resultado de nuestra investigación y relación con los sucesos en Honduras es perturbador porque se especula que en este país una sola persona controla los tres poderes del Estado, y que es mampara del crimen organizado, cuando el intento es de establecer una verdadera democracia.
Que Dios socorra este sufrido pueblo de Honduras. Amén.

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