¡Los melcocheros y los ocho con yo!



¡Los melcocheros y los ocho con yo!

Por Patricia D´Arcy Lardizábal

Nos relataba nuestra abuela, que un amigo cercano y que a su vez vivía en su boarding house, invitó a un grupo muy selecto de amigos a un paseo campestre para celebrar su onomástico, escogiendo en forma limitada a ocho de sus amigos. Nos contaba con esa simpatía que la caracterizaba, que el día de la comilona un curioso huésped, al observar que estaban preparando un banquete y traía el cumpleañero un gran mantel para comer bajo un frondoso árbol que les iba cobijar y dar sombra, se trepó de rama en rama para escuchar la conversación y ocultarse del bullicio.

A todo esto el anfitrión antes de empezar a degustar la abundante comida, se percató al contarlos que faltaba un comensal y le dio por contar cuántos de los amigos invitados habían llegado, viendo preocupado aquella cantidad de manjares, y seguro que no se lo podían comer empezó a verificar quién había sido el invitado faltante. Comenzó la cuenta, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis siete… y mencionó preocupado, “me falta uno; y repitió el conteo en voz alta: uno, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete… Y al notar la ausencia exclamó: “falta un invitado”, eran ocho los de la lista, y en ese momento escucharon desde el cielo, como si fuera un mariposón una voz ronca y lánguida, que dijo “ocho con yo”.

Cuando éramos adolescentes, nuestro padre, típico ingles, flemático y estricto, recuerdo “biencito” como dicen en Olancho, le pedíamos permiso para invitar a cenar a mis amigas y amigos de nuestra pacotilla; él me preguntaba cuántas personas iban a compartir nuestra mesa. Le respondía con miedito que, supuestamente eran seis, y a seis tenía que invitar.

Cuando llegaba de vez en cuando un “paracaidista” que era muy frecuente, se levantaba con mucha educación diciendo “excuse me please” (discúlpeme por favor) el “ocho con yo” le parecía a mi padre, fuera de lugar, falta de educación, carencia de tacto, un malcriado, un chute como le dicen en Guatemala a los “ocho con yo”, etc. etc.; total al ocho con yo le arrimaban una silla a la mesa, pero de plano nos lo teníamos que recetar, pero por su falta de tino, ya no era tan bienvenido a nuestro hogar, y mi mamá le repostaba, “Harry, es que aquí en Honduras, no somos tan estrictos y se pueden romper las reglas” y él respondía “Elsa, en el mundo solamente hay una regla para las personas educadas, las del protocolo”.

En nuestras fiestas de adolescentes, que ocasionalmente se organizaban en nuestro hogar, le tenía que pedir permiso una semana antes a mi papá y me preguntaba si había “ochos con yo”, le contestaba que de plano iban a llegar paracaidistas, entonces me decía “pues si es así, por hoy en la noche me voy a un hotel y regreso mañana”.

No hay peor espectáculo que ver a los melcocheros, o personas que se imponen en lugares que no les corresponden para libar un poco de la miel de la persona a quien se arriman. Usualmente, algunas de las reuniones sociales o coca-coladas que se hacían en nuestro hogar, los “ocho con yo” o “chutes” se metían en las fotos de “nuestra” fiestecita para que los sacaran en las fotos de Retana, y lo hacían tapándome hasta el vestidito bordado, que mi abuela me acababa de mandar a hacer con mucho primor; y es que los “ocho con yo” son una institución, y más metidos que los “bloomers” como dice Ortez Colindres.

Es por esto que según el texto de Derecho Diplomático de José Lion Depetre dice a continuación lo siguiente: Un político o secretario de las Relaciones Exteriores debe razonar, discutir, presentar sus argumentos con mesura, dominando sus ademanes y pesando sus palabras. Debe saber inquietar sin amenazar; herir sin ofender; habrá de emplear la cortesía aún con las armas más brutales cuando estas sean imprescindibles. Y sigue en el capítulo VII en todo caso, y aún tratándose de una gestión especial, “el funcionario político, debe tener siempre a su lado a un buen asesor de carrera, como consejero, para orientarlo en los usos y costumbres diplomáticas y advertirle de posibles errores por desconocimiento del ambiente o ignorancia del arte de negociar”.

En el capítulo XII resume así su exposición: Como resumen general de lo expuesto, sacamos en consecuencia, que el presidente de una Nación “debe, reunir las cualidades mentales de rectitud, firmeza, don de observación, habilidad y tacto, simpatía personal o don de gentes; poseer experiencia profesional; saber expresarse con facilidad y redactar concisa y claramente; disfrutar de un equilibrio nervioso por el que pueda dominar sus naturales sentimientos e ímpetus; tener facultad de adaptación al puesto que habrá de desempeñar, y sobre todo, recomienda el maestro Depetre “debe hacer del prestigio y del decoro de su país su constante preocupación; ser discreto y capaz de guardar un secreto sobre los asuntos importantes que trate; poseer los idiomas necesarios y tener los conocimientos técnicos indispensables sobre políticas internacionales, derecho civil, derecho constitucional, derecho internacional, público y privado, derecho diplomático y consular, geografía económica y comercio internacional y economía social”.

Sin duda alguna, ahora que el glorioso Partido Liberal surgió de las cenizas con el liderazgo del ingeniero Luis Zelaya, esté consciente de aquellos “melcocheros” que le endulzan el oído con cantos de sirena y que le susurran que es “la mera tramella”. Atención líder…

En resumen, no hay que ir donde no lo invitan, y “donde fueres, haz lo que vieres”; y algo que siempre nos decía mi padre, “no juegues alto perfil” o “high profile” como dicen los gringos, solamente los que no tienen nombre quieren ser los “ocho con yo”. Y un dicho que compagina con lo anterior es “no andar de ofrecido”.

“Tributa tu admiración a las montañas, pero quédate en el llano, pondera el mar pero mantente en la rivera. (John Florio).

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