LA PLANCHA



LA PLANCHA

LA práctica de elecciones primarias e internas en los partidos se instituyó para evitar las imposiciones de dedo de los caudillos. La formación de corrientes impulsó la competencia y el ejercicio democrático. Algo mucho mejor a la fórmula única de antes, elaborada por los dirigentes de cúpula, cuando los postulados no eran sometidos al escrutinio popular. Contrario a la práctica anterior donde el candidato presidencial imponía toda su planilla, la representación proporcional fue otro avance. El sistema fue elaborado para posibilitar la integración proporcional en las planillas de acuerdo a los votos obtenidos por cada movimiento. En parte ello aseguraba la armonización dentro del partido a través de la integración. Bajo la modalidad de la victoria absoluta, sucedía que el bando perdedor cuando tocaba enfrentar al partido adversario se mantenía al margen, sin apoyar al vencedor. Los políticos usualmente se mueven por un interés personal y sin un lugar dentro de la planilla, no había aliciente de los derrotados de ir a trabajar por los triunfadores.

La integración de planillas de cargos de elección popular, con dirigentes de las distintas corrientes, en los tres niveles electorales –igual en la integración de las autoridades del partido– vino a facilitar un trabajo en equipo. Siempre con el inconveniente que los que no salían del todo quizás no se sentían tan motivados a trabajar solo por amor al arte. El sistema del voto cruzado y del más votado, con fotografías de los candidatos en las papeletas electorales, fue otra reforma al sistema. Instituida para abrir los espacios de participación. La competencia, entonces, dejó de ser una de movimiento a movimiento, ampliándose a una rivalidad entre la misma corriente. Los aspirantes a diputados, digamos, para salir en la fórmula oficial tienen que competir con sus mismos compañeros de planilla. Antes el voto de la fórmula presidencial determinaba el número de diputados y de miembros de la corporación municipal que obtenía cada corriente, pero el nuevo sistema revolucionó la escogencia. Los aspirantes ya no dependen tanto del candidato presidencial, sino de su propio atractivo individual. Muchos, incluso, gastan más tiempo y dinero en sus propias campañas que en el candidato presidencial bajo cuya tutela figuran. Ciertas campañas de alcaldes y diputados casi compiten con la presidencial. Comenzaron a aparecer rostros de personas sin mayor figuración dentro de los partidos –futbolistas, deportistas, periodistas, comunicadores, profesionales, modelos– obteniendo respaldo de muchos votantes por el reconocimiento de nombre, o por alguna proeza realizada fuera de la actividad meramente política o partidaria.

Así, no es extraño que personajes como estos resulten los más votados, desplazando el trabajo y la figura de políticos de mayor militancia y hasta de liderazgo en un partido. Cómo eso haya contribuido a elevar la calidad en el Congreso Nacional es discutible, pero la gente vota por la cara que le es conocida, y si alguien ya tiene fama hecha –ahora mucho mejor si no ha sido en el campo político– sale bien favorecido por los electores. Lo único que deshace aquel noble propósito que tuvo el sistema de la representación proporcional, que buscaba la mayor integración de los distintos movimientos dentro de las fórmulas oficiales del partido, ha sido la condenada plancha. Esa, como se puede comprobar, nuevamente hizo estragos en estas elecciones primarias. Si bien hay aspirantes de movimientos perdedores que lograron figurar en las planillas gracias al voto cruzado, la gran parte de sus compañeros de fórmula desaparecieron por completo. Eso bien puede ser bueno para la corriente que plancha, porque consigue integrar a la mayor parte de los suyos, pero quién sabe si funcione para la ansiada unidad del partido. No ven que los excluidos perdieron el incentivo para la lucha de cara a las elecciones generales. Así que la tan llevada y traída unidad, es algo que no se consigue solo deseándola, sino algo que requiere de trabajo fino, de mucha humildad, para incorporar a todo ese montón de dirigentes valiosos de los otros movimientos que quedaron por fuera.

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