La mujer y la economía



La mujer y la economía

Por Héctor Paz Lázarus
Consultor y catedrático universitario

En Navidad he observado en diferentes puntos de Tegucigalpa largas filas de mujeres jóvenes para conseguir un empleo temporal pagado por hora en el comercio. Unas llevan sus retoños y posiblemente son torturadas por la paternidad irresponsable. Sus rostros lucen preocupados, pues las probabilidades de conseguir un empleo son bajas. Una vez fui a una entrevista y me comentó la directora de la institución que había recibido 250 hojas de vida para la plaza, lo que implica 0.4% de probabilidades de ganarla. Antes, concursé para otra plaza en gerencia administrativa y financiera y gané. Me comentó mi superior que había recibido 90 hojas de vida, equivalente a 1.1% de probabilidades de ganar el concurso.
El INE revela que el 53% de la población corresponde a mujeres. El 60% son jóvenes, pues tienen una edad inferior a 29 años. Hay 828,200 personas que no trabajan ni estudian, lo que representa 10% de la población total. El 80% de la población NINI corresponde a mujeres jóvenes, lo que tiene repercusiones sociales lamentables. Las mujeres muestran rezagos en varias áreas, incluyendo en su economía.

El 40% de la Población Económicamente Activa (PEA) corresponde a mujeres, la más afectada por la desocupación. La Tasa de Desempleo Abierto, que mide el porcentaje de la PEA que se encuentra desocupada, fue de 11% para las mujeres y de 5% para los hombres en 2016. El 78% de las mujeres desempleadas corresponde a jóvenes (12-29 años de edad). Un aspecto penoso de los datos es que consideran a niñas de 12-14 años y a jóvenes de 15-18 años con problemas de desempleo y subempleo. Estas niñas deberían estar en las escuelas, mientras que las jóvenes en los colegios para después ingresar a la universidad. No obstante, solamente el 33% de las mujeres que conforman la PEA tiene estudios de secundaria y 14% superiores o universitarios. El sector informal, medido por el subempleo visible e invisible, suma 2.0 millones de personas, conformado en un 36% por mujeres. El subempleo visible corresponde a aquellas personas que laboran menos tiempo del que desean, mientras que el subempleo invisible corresponde a personas que reciben un ingreso vergonzoso. El sector formal emplea menos personas (1.6 millones de personas).

El 34% de los hogares hondureños tienen a mujeres como jefe de hogar y reciben un ingreso promedio de apenas L. 3,034. El costo de la canasta básica alimenticia suma L. 1,649 mensuales, equivalentes al 54% de dicho ingreso. El costo de la canasta básica ampliada, que debe revisarse, suma L. 3,298, superior al ingreso indicado. La mayoría de las mujeres hondureñas están subsistiendo, por lo que hay carencias que hacen espinosa la labor de vivir en Honduras. Ante la pobreza, falta de oportunidades e inseguridad, muchas emigran. El INE estima que el 34% de las personas que emigran corresponde a mujeres, cifra que va en aumento, en tanto que el 80% de ellas tiene menos de 30 años de edad.

La mujer hondureña es laboriosa, valiente y ha multiplicado la actividad económica. La maquila, sector estrella dentro de la economía nacional, lleva 26 años en operación y genera 150,000 empleos formales, mayoritariamente empleo femenino (AHM). Estas mujeres han contribuido vigorosamente a posicionar a Honduras como uno de los principales exportadores de vestuario a nivel mundial, especialmente en el mercado estadounidense.

Por otro lado, en mis trabajos destacan dos consultorías muy enriquecedoras en mi vida profesional y personal. La primera fue con la Comisión Nacional para el Desarrollo de la Educación no Formal, que está a cargo del Programa Nacional de Escuelas Taller, con el apoyo de la cooperación española, para atender a la juventud en riesgo social por medio de entrenamiento en las ramas de carpintería, electricidad, albañilería y gastronomía. Conocí a muchas mujeres jóvenes en diferentes departamentos del país, que se orientaban principalmente a la gastronomía, con la esperanza de contar con formación humana y empresarial para luego participar en el mercado laboral mediante un empleo remunerado o la creación de microempresas.

Por otro lado, laboré en el Centro de Desarrollo Empresarial para la MIPYME de la Región Sur, con sede en Choluteca. Pude trabajar en el campo brindando asistencia técnica e información de mercados a muchas mujeres para identificar oportunidades de crecimiento para sus emprendimientos en actividades como artesanía lenca, industria manufacturera, servicios financieros, miel y alimentos, entre otras. Observé como estas mujeres trabajaban orgullosa y laboriosamente para ganarse la vida honestamente y proveer para los suyos. Incluso, cuando se enfermaban, mostraban fortaleza porque muchas seguían operando sus negocios. El 52% de la MIPYME hondureña es liderada por mujeres, mientras que el 57% de la microempresa, el segmento más grande dentro de este tejido empresarial, pertenece a mujeres (BID).

Varias mujeres hondureñas han destacado en los negocios, incluyendo los internacionales, el arte, la cultura, la literatura, el deporte, la filantropía, la educación, la comunicación social y la política (incluyendo en Estados Unidos). Se deben redoblar esfuerzos para que las mujeres hondureñas cuenten con un clima propicio para integrarse plenamente al proceso de desarrollo. Un proceso que garantice mayores y mejores oportunidades, seguridad e integridad, igualdad, bienestar humano y material, así como el impulso de su espíritu emprendedor. La mujer hondureña puede ser el agente de cambio que necesita nuestro país para que todos gestemos un futuro más promisorio y provisorio.

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