“Laberintos de la autoconciencia”



“Laberintos de la autoconciencia”

Por Dagoberto Espinoza Murra

“La conciencia se vuelve como un fluido inmaterial, tal vez energético, intangible y harto paradójico, como intangibles son los fotones energéticos sin masa material, que se desplazan en línea directa-ondulatoria dentro de campos electromagnéticos. Los fotones, hijos de los electrones, son reales y la conciencia es real, al margen de las formalidades matemáticas”. Este trozo lo hemos tomado del capítulo, en que Segisfredo Infante hace referencia a los laberintos de la autoconciencia, en su obra filosófica titulada “Fotoevidencia del sujeto pensante”.

El autor de la referida obra -historiador de profesión- semanalmente nos ofrece artículos abordando temas literarios, sociales y filosóficos. Así mismo, ha dirigido y dirige periódicos -más bien revistas histórico-literarias- como CAXA REAL y BÚHO DEL ATARDECER, en las cuales muchos hondureños han dejado constancia de sus inquietudes intelectuales. También trabajos de autores extranjeros han enriquecido sus páginas.

Volviendo a la “conciencia”-aunque Segisfredo dice que no desea entrar en polémica sino con quienes manejen las categorías filosóficas-, me tomo la libertad de expresar que este tema ha sido objeto de estudios científicos serios por eminentes médicos: neurofisiólogos, neuropsiquiatras, psicofarmacólogos y de otras especialidades. El estudiante de Medicina, al hacer un examen neurológico, debe escribir en la historia clínica, el estado de conciencia del enfermo. En neuropsiquiatría la evaluamos tanto en su aspecto cuantitativo: desde un estado de obnubilación hasta el “coma”. Y, cualitativamente, en el síndrome confuso-onírico y los estados crepusculares. Desde luego que la “conciencia” ha merecido la atención de filósofos, psicólogos, sociólogos juristas y literatos. Hay, al respecto, excelentes trabajos; sin embargo, no se puede negar que la “conciencia” está íntimamente relacionada con el sistema nervioso central, básicamente con el cerebro (sistema reticular activador del tronco cerebral y núcleos del tálamo, entre otros elementos).

El filósofo Xavier Zubiri, por cierto muy admirado por Segisfredo, hace una crítica al supuesto de Husserl, “de que la índole formal de la conciencia sea la “intencionalidad”. El filósofo español sostiene: “No puede hablarse de “la” conciencia por la sencilla razón de que la conciencia carece de toda sustantividad, de todo ser sustantivo”. “Conciencia –agrega- no es sino un carácter o propiedad que poseen algunos -no todos- de los actos que el hombre ejecuta; hay actos conscientes, pero no hay “conciencia”. Un psiquiatra, también español, sostenía que “resulta difícil comprender el funcionamiento del psiquismo humano sin aceptar la realidad de esa actividad capaz de iluminar nuestra vida psíquica y que nos permite captar todo lo procedente del mundo externo, del propio cuerpo y del mundo interior de manera clara y nítida…”.

En lo referente a la autoconciencia, E. V. Shorojova sostiene que “es la forma superior de la conciencia y que ambas se caracterizan por el vínculo orgánico entre la vivencia y el conocimiento, que se forma y se manifiesta en la actividad concreta del individuo… Únicamente el hombre -sostiene el autor- tiene conciencia de sí mismo. Esta conclusión deriva, enfatiza, de la idea de que la autoconciencia es una forma de de conciencia y esta última, según su punto de vista, constituye la peculiaridad específica de la actividad refleja del hombre”.

Al hablar de la vida consciente no se puede dejar de lado los grandes aportes de Sigmund Freud (1856-1940), creador del psicoanálisis -método de conocimiento psíquico profundo del hombre- que transporta a su teoría el término técnico del inconsciente, no sinónimo de incognoscible, pues mediante sus técnicas -como la luz que ilumina una habitación- puede tener entrada en el mundo consciente, así como se hacen visibles los muebles de la oscura habitación al encender la lámpara que cuelga del techo.

Fotoevidencia del sujeto pensante es una obra compleja, pues complejos son los temas que el autor aborda en 166 páginas. Su lectura exige atención y reflexión, de preferencia en un ambiente tranquilo y sin interrupciones, si se pretende digerir su contenido. Y es que “la noción de eternidad”, “noción e idea monoteísta de Dios”, “decaimiento y renacimiento del sujeto”, “el manoseado tema de la noción de la lucha de clases sociales”, “los borde metafísicos de la filosofía y de la física teórica”, han sido objeto de estudio de filósofos, científicos y teólogos a lo largo de siglos y milenios, cuyas respuestas varían de acuerdo a sus concepciones idealistas o materialistas del universo y de la vida. Se puede estar o no de acuerdo con el desarrollo temático de la obra reseñada; pero independientemente de cualesquiera objeciones, debemos reconocer la sólida erudición de Segisfredo y su deseo de motivar al lector para transitar por el estrecho camino de las ciencias y la filosofía.

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