¿Armamento en las cárceles?
¿Armamento en las cárceles?
Por: Benjamín Santos
Así se nos ha informado por las autoridades con abundancia de informaciones, videos y fotografías. Ocurrió después del traslado de los integrantes de las maras a la cárcel del pozo en Santa Bárbara. Se encontraron armas, municiones, dinero y droga, todo en abundancia. Suponemos que las autoridades esperan una felicitación por el hallazgo y hay que hacerlo, pero nos preguntamos si al mismo tiempo no debe pedirse un castigo severo para las mismas autoridades que en condición de custodios de los centros penales permiten que esas armas entren, puesto que se trata de artefactos difíciles de introducir en forma oculta o disimulada. Alguien me decía en broma que tal vez las armas nacieron en el interior de las cárceles después de esparcir semillas en un suelo fértil.
El hecho no es nuevo. Los centros penales han sido siempre centros de corrupción y de violencia. Lo nuevo es que ahora los hechos se conocen y hay una manifiesta voluntad de ponerle fin a tanto escándalo. El Presidente está detrás de estas decisiones y de su comunicación al pueblo como ocurre en todas las actividades del quehacer gubernamental. El Presidente piensa, decide y ejecuta en una intensa actividad digna de admiración. Lo importante es que se está tratando de controlar una situación vergonzosa como se vio en un video en el cual aparecen presos manipulando armas de alto poder destructivo. Lo que sorprende es que no hayan utilizado esas armas para tomarse el centro penal y provocar una fuga masiva de lamentables consecuencias.
La pregunta del millón es dónde queda la finalidad de los centros penales: rehabilitar al delincuente para reinsertarlo con nuevos valores, habilidades y destrezas a la vida social. ¿Cómo lograr ese propósito si los delincuentes continúan en las cárceles llevando una vida similar o igual a la que llevaban antes de su captura y juzgamiento, si es que han sido juzgados y sentenciados o, por el contrario, forman parte de la famosa mora judicial que el actual presidente de la Corte ha prometido reducir. La otra pegunta de difícil respuesta es si el traslado a los nuevos centros penales pondrá fin al tráfico de dinero e influencias que se ha desarrollado en las cárceles del país. Será difícil como lo demuestra la recaptura de delincuentes que después de cumplir su pena y ya en libertad, reinciden en las actividades delictivas de siempre.
Al respecto hay que establecer una diferencia necesaria: por una parte están quienes han delinquido por circunstancias de la vida como había ocurrido siempre y que se arrepienten de lo hecho, pero por otra parte están quienes han hecho de la delincuencia su manera de vivir como si fuera una actividad profesional organizada. Lástima que nuestro sistema penitenciario por el hacinamiento existente no permita manejar en forma separada a ambos tipos de privados de libertad y que por esa razón las cárceles han sido escuelas del crimen donde quien entró para reformar su conducta egrese mejor entrenado para seguir delinquiendo.
Volvamos al tema de las armas. Ya es lamentable que circulen en manos de particulares millones de armas de diferentes calibres contradiciendo el concepto que del Estado nos da Max Weber como el instituto que reclama para sí el monopolio exclusivo de la violencia como para que ese fenómeno contamine la vida interna de los centros penales. Todo por la corrupción que no ha sido posible controlar. Desde cuando esos centros penales eran manejados por el Ministerio de Gobernación hasta hoy que hay un instituto especializado pasando por el largo tiempo en que fueron administrados por la Policía. ¿Será posible algún día superar esa problemática si la corrupción es parte de la subcultura nacional en el sentido de que los ciudadanos en su mayoría consideran que un cargo público es la mejor oportunidad para enriquecerse bajo el lema de aprovéchate gaviota que no te verás en otra.
Lo ocurrido en la cárcel de San Pedro Sula en otros países organizados, (especialmente los europeos) hubiera sido motivo suficiente para que todo el sistema político o por lo menos el sistema de justicia sufriera un remezón de grandes alcances. Aquí entre nosotros no pasó de ser una noticia más que luego se olvida para que todo siga igual.
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