Hogares, familia y cambio social

Hogares, familia y cambio social

Por Marcio Enrique Sierra Mejía

Es importante tomar conciencia que en los hogares y en la familia tenemos el ámbito primario en el que se juega el futuro de Honduras, y en donde hay que producir, un cambio de las condiciones de dominación excluyente que imperan en nuestra nación. Los hogares y las familias hondureñas, como células fundamentales de la sociedad, tienden a mostrar un crecimiento acelerado superior al de la población en general.1 El estudio de Flores Fonseca, nos da una completa y bien hilvanada descripción estadística de la tipología de hogares y familias que tenemos en Honduras, y compara los datos de 1988 con los del 2001, para analizar el comportamiento que se observa en su composición, integración parental y ciclo vital familiar, lo que nos permite tener una apreciación inicial del crecimiento y las variables consideradas en el estudio. En relación a la variable composición, el hallazgo principal es que la conformación típica de los hogares hondureños gira en torno a núcleos familiares, integrados por una pareja, hijos y otros miembros agregados como parientes y no parientes. En ambos censos, representan alrededor del 60% del total de hogares y viven en ellos más del 70% de la población total, aunque se nota una tendencia a la reducción porcentual a través del tiempo. Otro hallazgo importante es que los hogares en que solo un miembro de la pareja (jefe o jefa) e hijos (en los casos nuclear, extendido y compuestos) representan un cuarto del total de hogares, con una tendencia en el tiempo al aumento en el total de hogares. Lo cual, llama la atención porque estaría indicando la formación de nuevos tipos de hogares y familias y otros cambios que tienen implicaciones sociológicas importantes por su vulnerabilidad. En lo que respecta a la variable de la integración parental, se compara el estado biparental (ambos cónyuges) con el monoparental (solo uno de ellos). Según Fonseca Flores, en 1988 el 25% de los hogares familiares era monoparental y se incrementó a 30% en el 2001. También indica, que la jefatura femenina en hogares monoparentales descendió del 78% al 71% en el período estudiado, esto por el incremento de hogares monoparentales cuyos jefes son hombres. Este hallazgo, demuestra que los hogares monoparentales son altamente vulnerables porque al faltar un miembro de la pareja, la formación de normas sociales básicas de la convivencia es más difícil de asegurar, establecer y mantener. Es muy probable que la mayoría de los “muchachos mareros” provienen de hogares de este tipo. Lo cual, debe ser punto de atención para el programa Vida Mejor. Fonseca Flores, concluye que los hogares monoparentales se han incrementado proporcionalmente tanto en las áreas urbanas y rurales en el período estudiado. Indica que en los últimos trece años la brecha se ha reducido, de un 9% a un 7.5%. Y que en términos absolutos es un poco mayor el número en el área urbana en ambos momentos, con una tendencia al aumento a través del tiempo, aún cuando en el área rural concentran todavía el mayor número de hogares y población, con una tendencia a equipararse en ambas áreas de residencia.

En relación a la variable del ciclo vital familiar, el esfuerzo de análisis se limitó a ver las etapas o fases de la familia basándose en la integración parental del núcleo familiar y las edades de los hijos y de la mujer. En este sentido, se observa que las etapas del ciclo de vida de los hogares familiares que tienen mayor importancia en Honduras son aquellas donde el núcleo está en expansión, es decir está creciendo, con hijos menores de 19 años, no está ni en la etapa inicial (familias recientes sin hijos) ni en la etapa final (familias nido vacío) que según Fonseca Flores tienen porcentajes bajos. Otro hallazgo es que el ciclo vital por sexo del jefe cuando los hogares son biparentales es el hombre. Empero, esa tendencia tiende a cambiar en el tiempo al observarse que el 4% de los hogares biparentales nucleares en el 2001, cuya jefatura la tiene la mujer, era de 1.9% en 1988 del total. Otro cambio encontrado es que se aumenta el porcentaje en las etapas extremas del ciclo vital familiar de la jefatura femenina, aún cuando el conyugue es un hombre. Lo que nos indica una tendencia moderna de jefatura compartida o de reconocimiento femenino en hogares donde la mujer es la principal aportante. Se concluye, que en términos relativos en la evolución en el tiempo de las etapas del ciclo vital familiar según el área de residencia, no se notan grandes cambios. Los hogares que más crecen se ubican en las etapas extremas del ciclo vital en el área urbana.

El trabajo de Fonseca Flores constituye un aporte básico para emprender una “sociología de la familia hondureña” que busque profundizar en el análisis de la estructura y cambio de la vida familiar en sí misma, como en las relaciones entre la vida familiar y el resto de los subsistemas sociales. Como ya lo sabemos, la familia hondureña, al igual que el resto de la sociedad y como ocurre en otros países desarrollados o no desarrollados, experimentan en las últimas décadas, un profundo e intenso cambio que afecta a las estructuras y a la cultura de Honduras. Precisamente por esta razón, la “sociología de la familia” está llamada a convertirse en una necesaria perspectiva analítica que dé explicaciones de los cambios estructurales que se están produciendo, dado el papel de la familia como un motor del cambio, en estrecha interrelación con el cambio en el papel social de la mujer. El programa Vida Mejor debe aunar esfuerzos con la academia y abrir espacios de investigación.

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