Religión, fútbol y corrupción

Religión, fútbol y corrupción

Por Benjamín Santos

Estábamos contentos, porque el nombre de Honduras no había salido involucrado en la crisis que pasa la FIFA por actos de corrupción. A partir de esta semana ya no podemos decir lo mismo. Fue detenido el abogado Alfredo Hawit, presidente interino de la CONCACAF Y del fútbol hondureño. El jueves por la tarde nos llega la noticia de que las autoridades judiciales de USA han pedido la extradición del licenciado Rafael Leonardo Callejas, expresidente de la República y dirigente deportivo. Independientemente de la relación que se tenga con los afectados directamente y del resultado final, no podemos negar que de momento la imagen de Honduras y nuestro fútbol han recibido un golpe difícil de sobrellevar y que eso nos afecta a todos.

Por nuestras pasadas actividades docentes en la UNAH, más de una vez vimos de lejos al abogado Hawit en la Facultad de Derecho donde ha sido profesor y con el licenciado Callejas nos hemos saludado con mayor frecuencia por haber sido yo vecino de su padre hasta su muerte. Pero aunque no los hubiera conocido, no es mi costumbre alegrarme del mal ajeno. Desde la posición de casi marginación en que me encuentro por voluntad propia y por las circunstancias, solo puedo desearles que salgan bien librados de esta batalla. Callejas ya anunció que dedicará su tiempo exclusivamente a su caso personal lo que debe interpretarse como que de momento deja la actividad política encaminada a su reelección en el cargo que desempeñó en la última década del siglo pasado.

La religión y el fútbol son dos actividades que unen a los pueblos. La primera por su propia naturaleza ya que su función es religar, volver a unir al ser humano con Dios y con el prójimo, aunque algunos no ven ninguna contradicción en decir que viven unidos con Dios y peleados con los demás incluso por diferencias de tipo religioso. No sienten ningún escrúpulo en decir que en el cielo solo caben los de su religión y que los demás van al infierno por esto o por lo otro. ¿Cómo es posible que caminen con la Biblia en la mano y no lean las veces en que se afirma que miente quien dice que ama a Dios y odia a su prójimo? ¿Y qué decir de aquellos que en nombre del Islam, una religión, matan indiscriminadamente a grupos a cuyos miembros ni siquiera conocen por el único propósito de producir terror?

En el fútbol ocurre algo parecido. La selección nos une y los equipos nos dividen cuando realizan alguna clave como se le llama ahora a los juegos o encuentros en esa jerga interminable de los narradores deportivos. Llegan al colmo de que al inicio del juego se reúnen cada equipo a pedirle a Dios que les permita vencer al otro como si Dios pudiera tener preferencia por el Motagua, el Olimpia o cualquier otro. El odio entre barras mantiene alerta a la Policía y obliga a que se tomen medidas administrativas especiales para evitar los mortales choques entre los mareros del fútbol.

Hay actividades que por su naturaleza tienden a la confrontación como la política en cuanto a lucha por el poder, pero una vez definida la contienda su función es unir a todos en torno del proyecto que como alternativa fue apoyada por la mayoría en la lucha electoral sin olvidar que una oposición ordenada y racional es indispensable para el funcionamiento del sistema político. Lo mismo puede decirse de las actividades económicas en cuyo desarrollo es necesaria la competencia basada en la oferta de la mejor calidad y precio.

¿A qué queremos llegar? Pues a afirmar que si el fútbol y la religión tienen como propósito unir a la población, deberían ser las actividades más alejadas de la posibilidad de caer en la corrupción. Nadie podría haber supuesto que la FIFA, como organización cumbre del fútbol mundial, fuera utilizada para el enriquecimiento de sus dirigentes. Y por eso nos duele en el alma que la imagen del fútbol hondureño, además de todas las derrotas de la selección, tenga que soportar lo que está sucediendo. E igualmente nos duele que haya gente que use la religión para propósitos de enriquecimiento personal, que también es corrupción, o como pretexto para sembrar el odio de unos contra otros. Un saludo a Hawit y a Callejas que salgan bien de esa dura prueba que incluye la imagen de Honduras.

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