Dictaduras, corrupción, transformación

Dictaduras, corrupción, transformación






ARTURO ALVARADO

Regresando de un viaje al exterior escuché una conversación entre un joven hondureño, aparentemente miembro de los “indignados”, y otro viajero extranjero. Lo que me impactó es la opinión del joven de que en Honduras, para poder hacer fortuna se necesita ser corrupto y tener padrinos políticos; que los empresarios y los grandes jerarcas políticos han construido su riqueza a base de corrupción e impunidad.

Cuando pensamos que el futuro de un país descansa precisamente en su juventud y escuchamos este tipo de opiniones, nos preguntamos ¿será posible cambiar estas percepciones de los jóvenes e inducir una nueva actitud que impulse las transformaciones estructurales para enfrentar ese estigma de corrupción al que nos hemos hecho acreedores?

Honduras ha estado azotada por el flagelo de la corrupción desde hace muchos años y como resultado, una gran mayoría de hondureños se ven afectados por la pobreza, el desempleo y la violencia, a pesar del apoyo de la comunidad internacional. En el año 2005 se condonó una parte importante de la deuda externa multilateral, pero 10 años después tenemos un endeudamiento muy superior y no vemos resultados positivos en los aspectos torales del desarrollo del país.

Los barrios y colonias están sometidos por las maras y pandillas que día a día cobran la vida de nuestros compatriotas y hacen más difícil atraer la inversión que se necesita para acelerar el crecimiento económico y la creación de empleo.

Recientemente Honduras ha destacado en las noticias internacionales por el asesinato de un joven futbolista integrante de nuestra Selección Nacional, por la liquidación forzosa de un banco y por acusaciones en contra de dirigentes de nuestra federación deportiva. Estas noticias han eclipsado otros casos como los relacionados con el Seguro Social, donde hay implicados funcionarios públicos, políticos y empresarios.

Tratando de encontrar respuestas a nuestra situación y tomando en cuenta los sucesos nacionales y globales relacionados con la corrupción en un organismo como la FIFA, pareciera que la génesis es precisamente la debilidad institucional y la poca gobernanza. Las dictaduras, sean del sector público o privado, conducen a que los dirigentes consideren que los recursos nacionales o las arcas privadas son de su propiedad y que por lo tanto, pueden disponer de los mismos a su libre albedrío, sin rendirle cuentas a nadie.

La debilidad institucional en el sector público conduce al secuestro del poder, socavando la independencia de poderes y los pesos y contrapesos, que son el fiel de la balanza para evitar los abusos a que el poder absoluto conduce. En el sector privado, la falta de un buen esquema de gobierno corporativo, donde existan mecanismos de supervisión y control, también conduce a los abusos de unos pocos para su propio beneficio.

Todo lo anterior destaca la importancia que tiene para Honduras la próxima selección de los magistrados que integrarán la Corte Suprema de Justicia. Si el Poder Ejecutivo, como lo manifiesta reiteradamente nuestro Presidente, desea combatir efectivamente la corrupción y la impunidad, debe entonces contribuir, conjuntamente con el Poder Legislativo, a que se seleccionen magistrados que además de las competencia profesionales reúnan requisitos de idoneidad, honorabilidad, independencia de criterio y fortaleza para aplicar la ley en forma objetiva e imparcial.

Nuestro país necesita que funcione un sistema judicial que inspire confianza e imprima un sello de garantía a la correcta aplicación de la justicia, que contribuya a promover la inversión privada que tanto necesitamos para nuestro desarrollo económico y social.

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