Los políticos y sus herederos o discípulos del fraude


Los políticos y sus herederos o discípulos del fraude
Por Boris Zelaya Rubí

“Cuando una buena oportunidad de negocios se presenta, ¿quién mejor que nuestra familia para compartir los beneficios? Y si surge algún problema, ¡se soluciona puertas adentro! Así piensan aún muchos políticos y funcionarios en América Latina. Actúan como si el estado perteneciera a una empresa familiar”.

Los pupilos de notas excelentes, han iniciado la compra de activistas con dinero en efectivo y hasta con enseres eléctricos para cocina y las famosas bolsas solidarias o como les dice el vulgo “las mata hambre”. Como alumnos distinguidos inician las llamadas rondas de unidad, que no son más que las estrategias para que nadie se les salga del redil y se adhiera a algún movimiento que pudiera surgir de parte de algún valiente que quisiera luchar contra los maléficos y experimentados maestros de las trampas y artimañas para ganar elecciones.

La dirección del país debería ser responsabilidad de las personas seleccionadas por el pueblo, pero el hambre no se lo permite convirtiéndose en obediente y no deliberante. Todavía predomina a nivel nacional el analfabetismo, la escasa educación y los altos índices de miseria, ocasionando que caigan en la tentación de vender el voto y que le importe un bledo, quienes sean los hombres y mujeres que regirán el destino de la nación y por ende la democracia, que decidirá la paz y el desarrollo que podría traer el beneficio económico y social tan necesario.

El nepotismo y el compadrazgo de estómago al que hemos estado sometidos en los gobiernos desde la nueva era democrática del país, ha sido un flagelo por la violación constante a nuestro Código de Ética y demás leyes que existen solamente para ciertos cargos y aún así las violan “las veces que sea necesario”. Familiares y amigotes que además de costarles millones de lempiras a los contribuyentes, son funcionarios improvisados e incompetentes, limitando las oportunidades para profesionales capaces que no serían parásitos del Estado. Algunos prestaban sus servicios antes de que sus parientes llegaran a posiciones cimeras y reunían los requisitos para el cargo que desempeñaban. Por supuesto existen excepciones ¡muy pocas y raras pero las hay!

Algunos de los chigüines de los políticos, entre más poderosos son sus padres en la escala gubernamental, tienen mejores oportunidades de trabajo, que para ellos no es más que empleos donde tienen con un poco de astucia, la oportunidad de agenciarse comisiones o saquear el erario, convirtiéndose en potentados económicos y expertos en política, porque aquí se le entiende a esa práctica como el arte del trinquete y la compra de conciencias, con el dinero del pueblo para afianzar los grandes negocios que redundarán en mayor dominio político, haciendo así que sus vástagos se conviertan en sus sucesores y sean parte de lo que llamamos las famosas “argollas” partidarias, pero si son adolecentes, los mandan al exterior a realizar estudios, laborando “sin hacer nada” en cualquier embajada o consulado para que se costeen su preparación con el dinero del Estado.

Está tan difundida esa costumbre inmoral que casi la mayoría de los ciudadanos lo ve como una práctica normal, aún sabiendo que va en perjuicio de lo que llamamos democracia, convirtiéndose casi en una sucesión presidencial o una monarquía, donde los parientes son los príncipes herederos del partido, abriendo las puertas de la política a futuros corruptos, que administrarán el Estado para su propio beneficio, lo que se constituye en uno de los grandes problemas de nuestro sistema de gobierno.

Otra situación inevitable para alguno de los herederos del poder político, es cuando abusando de la posición de sus padres cometen actos reñidos con la ley, entrando al mundo del crimen organizado de drogas o contrabando, lo que se cubre en caso de ser enjuiciados con el manto de la impunidad. Las autoridades se hacen de la “vista gorda” por la posición que ocupan los padres o parientes, esperando gozar en el futuro de un favor a cambio del que hacen, aspecto descarado de la corrupción, resultando difícil sustraerse del favoritismo hacia los familiares, cuando se está en el poder.

Es casi imposible que a los hijos de un buen presidente, les funcione gozar de esa fama, la que no se les transmite como si se tratara de algo genético.

Es una acción patriótica que el pueblo denuncie constantemente a los parientes de políticos poderosos y el lugar gubernamental donde laboran estos llamados herederos o discípulos del mal, que por vergüenza, tal vez se elimine esa humillante práctica.

De rodillas solo para orar a Dios.

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