Honduras: democracia o partidocracia

Honduras: democracia o partidocracia

RAMÓN CUSTODIO




En la democracia griega no hubo partidos políticos, porque el pueblo elegía directamente a sus gobernantes. En la definición más aceptada la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Según la Constitución de la República vigente, la soberanía reside en el pueblo, del cual emanan todos los poderes del Estado, que ejercen sus atribuciones por representación, en forma independiente, complementaria y sin relaciones de subordinación. Se adopta el sistema de la representación proporcional o por mayoría en los casos que determine la ley. Son derechos del ciudadano optar a cargos públicos, ejercer el sufragio como función pública, elegir y ser electo mediante el voto universal, obligatorio, igualitario, directo, libre y secreto, si está inscrito en el Registro Nacional de las Personas y registrado en el Censo Electoral.

Los artículos constitucionales 47 al 50 hacen de los partidos legalmente inscritos, instituciones de derecho público, para facilitar y hacer posible la participación política de los ciudadanos; se les prohíbe “atentar contra el sistema republicano, democrático y representativo de gobierno”. “El Estado contribuirá a financiar los gastos de los partidos de conformidad con la ley” y “no podrán recibir subvención o subsidios de gobiernos, organizaciones o instituciones extranjeras”. Los partidos solamente son un instrumento “para hacer posible la participación política de los ciudadanos”. El hecho de que se pueda votar sin pertenecer a ninguno de ellos o votar ahora por candidatos independientes, demuestra que la afiliación a ellos es voluntaria y no indispensable.

La norma que les prohíbe la subvención o subsidios se queda corta, al no mencionar al crimen organizado ni a los carteles de las drogas, ahora que en Honduras ambas cosas son dos poderes fácticos.

Haber entregado a los partidos políticos el sistema electoral, los hace de hecho la institución del Estado en materia política y electoral, que reducen la democracia participativa, pues promueven el abstencionismo electoral y el crecimiento de los indecisos, que según algunas encuestas alcanzan el 38%; son un poder atípico que ha convertido nuestra democracia en una partidocracia. Por su anormal relación con el Estado convirtieron el Registro Nacional de las Personas en refugio del clientelismo político, que costó mucho que tuviera la calidad técnica que está perdiendo de nuevo; el Censo Electoral en un órgano impuro en que hay muertos que votan y vivos excluidos; una hegemonía patológica en el Tribunal Supremo Electoral, que legitima el conteo fraudulento de los votos en las Mesas Electorales Receptoras (MER). Esto es la reversión de un instrumento en un poder del Estado, que incluso hace de los legisladores peones de intereses partidarios, en lugar de representantes de pueblo.

La partidocracia genera y agrava la crisis de la democracia hondureña, cuando discute en secreto las reformas electorales, desconocidas por el pueblo hondureño; peor si no hacemos las correcciones antes de las próximas elecciones generales.

Si seguimos permitiendo lo mismo, los resultados seguirán siendo los mismos, o peores, porque las relaciones de la ciudadanía con el Estado hondureño empeoran por la soberbia de los gobernantes, pues sus aduladores les hacen creer que son infalibles e inapelables y los aíslan del pueblo con soldados y barreras de hierro.

“Y, finalmente, los temas sustantivos del quehacer político pasan a ser definidos, asumidos y resueltos por los partidos políticos”, partidocracia en el Diccionario Electoral, CAPEL; o, peor aún, por la argolla del partido oficial









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