Salarios y desarrollo

Salarios y desarrollo


NICOLÁS RISHMAWY

Me decía un empresario dedicado a la maquila que los costos de mano de obra de algunos países que compiten con nosotros se habían elevado y que ello nos beneficiaba porque se traducía en mayores inversiones para Honduras. En otras palabras, lo que me quiso decir es que, para ellos, nuestra estrategia de desarrollo se fundamenta en la permanencia de la pobreza, en la forma de salarios bajos. Esta es una pésima línea de pensamiento que tiene que ser modificada.

En nuestro país existen muchas empresas de pobre productividad que tienen el efecto de deprimir los salarios incluso de los sectores más exitosos y productivos de la economía. Puesto en otros términos, la existencia de la economía informal y de un enorme sector industrial virtualmente estancado, tiene consecuencias no solo para esas empresas sino para la mejoría del ingreso de toda la población, incluida aquella empleada en los sectores más productivos y exitosos.

Lo incomprensible del eterno debate sobre los salarios es la ausencia de discusión respecto a la esencia del problema: la inexistencia de una estrategia de desarrollo para la era de la globalización. En el contexto de una economía cerrada, los salarios se determinaban con criterios políticos y entre abogados. Hoy, en la era de la economía de la información, lo único que vale es la capacidad de agregar valor y ello depende, en forma creciente, de la combinación entre capital humano y tecnología. Los países exitosos son aquellos que logran la combinación óptima de ambos factores.

Decía Henry Hazlitt, filósofo liberal y economista estadounidense: “Cuanto más capaz, más produce el individuo, y tanto más acrecienta la riqueza de toda la comunidad. Y cuanto mayor es su valor para el empresario, mejor le pagarán. Los salarios reales tienen su origen en la producción, no en los decretos”.

La discusión real que deberíamos tener es sobre educación, comunicaciones, tecnología y seguridad. Estos son los factores clave para el desarrollo de las personas y sus salarios.

Si se elevara la calidad del capital de las personas, la estrategia de desarrollo cambiaría radicalmente. Mientras eso no pase, la apuesta es, como decía mi amigo empresario, a salarios bajos y, por lo tanto, una interminable competencia con países que son cada vez más pobres. De seguir así, pronto estaremos preocupándonos por Burundi, Mozambique y Angola…

La apuesta a salarios crecientes y elevados no debería depender de un decreto, sino de la decisión política de enfrentar a los intereses que han preservado un sistema educativo dedicado al control y a la permanencia del país en la pobreza y el subdesarrollo.

Nos sigue carcomiendo el viejo sistema que sigue vivo en todas partes, corrompiendo a todo mundo y, con ello, impidiendo el desarrollo. Hasta que el país no transforme la esencia de su estrategia de desarrollo y se enfoque a crear capacidad de Estado, sobre todo en el tema educativo, todas las reformas que se han avanzado resultarán insuficientes. Nuestro rezago educativo, a pesar de los avances alcanzados, sigue siendo el verdadero peso muerto que nos impide alcanzar mejores salarios y mejores condiciones de bienestar. Esa debería ser la estrategia, no otra.

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