Alcaldías

Alcaldías


Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

Es la manifestación organizativa pública más antigua. Más que el Estado. Su raíz se encuentra en la polis griega, de donde la tomaron los romanos para hacerla suya y convertirla en mecanismo de dominación imperial.

Cuando la conquista, los españoles se organizaron en municipios, cuya autoridad los comunicaba directamente con la corona. De ahí que, para librarse de la autoridad de Diego de Velásquez, Hernán Cortés, en su épica aventura de conquista, creara el primer ayuntamiento en el continente americano. Pero también sirvió para someter a los indios a un régimen urbano desconocido para ellos y muy conveniente para los españoles, que, obligándolos a abandonar la costumbre de dispersarse por los montes -lo que implicaba un riesgo, por cuanto se perdía el control sobre ellos, aumentado el peligro de los levantamientos-, los concentraron en poblaciones dentro del territorio municipal.

Luego, en el siglo XIX, sirvieron de refugio a los que, animados por las ideas revolucionarias de la ilustración, hechas realidad por la revolución francesa, proclamaron, desde las casas consistoriales, la independencia de la España invadida por Napoleón.

En nuestro país, también las municipalidades tuvieron un papel estelar en la defensa de las ideas de libertad. La municipalidad de Tegucigalpa, abogando por la independencia total, se enfrentó a la autoridad de Comayagua, que se inclinaba por la anexión, incidente que abrió las puertas de la historia al que ya se perfilaba como el hombre destinado a encarnar las ideas de la revolución francesa en Centroamérica, el General Francisco Morazán.

Carías, sabiendo del peligro de la autoridad municipal para su proyecto dictatorial, sometió a las municipalidades a un sistema de distritos, cuyo vértice era él, asfixiando la autonomía municipal. Lo mismo hicieron los militares durante el régimen de las Fuerzas Armadas, mediante las tristemente célebres regiones de desarrollo, cuya circunscripción la hicieron coincidir con la de las regiones militares, para asegurarse que en el vértice, hubiese un miembro del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, órgano supremo de esta institución, al que quedaba sometido el mismo jefe de las Fuerzas Armadas.

Con el advenimiento del régimen constitucional, el sistema republicano aseguró la autonomía municipal, desde la Constitución hasta la emisión de una ley, en la que se garantizase la misma. Sin embargo, las alcaldías han sido incapaces de gozar de esa autonomía, por su dependencia financiera del gobierno central, ya que, los políticos, muy inteligentemente, crearon el artificio de las transferencias o subsidios, como una expresión de la suprema magnanimidad del poder político, asegurándose su sometimiento total.

Hoy, las municipalidades, como nunca en la historia, tienen garantizada su autonomía (política, financiera, administrativa, etc.), pero no la pueden disfrutar, porque las acostumbraron a preocuparse únicamente por el subsidio, que vía transferencia, concede el “bueno del gobierno”. Las convirtieron en rémoras de la administración, incapaces de generar sus propios recursos, vía impuestos (son muy pocas, por ejemplo, las que tienen un catastro actualizado y confiable) o prestación de servicios. No hay municipalidad que no eleve el grito al cielo, clamando por su transferencia, hasta para pagar, en muchos casos, el sueldo de sus empleados. Y el gobierno, la utiliza como arma para que lo acompañen en sus aventuras políticas, concediéndola a quienes se adhieren sumisamente a las mismas.

Todo esto podría revertirse, si las municipalidades, aprovecharan la AHMON, para diseñar una estrategia que les permita avanzar hacia la verdadera autonomía municipal, haciendo de la transferencia, una simple aportación gubernamental, al flujo masivo, sostenido y en crecimiento, de sus ingresos propios, provenientes de la eficiente y eficaz administración fiscal y la prestación de servicios públicos de calidad.

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