Reformas electorales en tiempos sórdidos

Reformas electorales en tiempos sórdidos


JOSÉ ADÁN CASTELAR

El ejercicio sería ir a las urnas a votar y regresar dentro de un mes para volver a votar. Novedoso para los hondureños y quien ganara la presidencia de la República tendría al menos la mitad del respaldo de la población, para romper los viejos temores de que quien no llega al poder por los votos, se sostiene por las botas.

Pero la posibilidad de una segunda vuelta electoral o balotaje encuentra una feroz resistencia entre los que controlan el Partido Nacional en el gobierno, que al hacer sus cálculos entre sus militantes y los votos conseguidos en las pasadas elecciones, creen que perderían frente a los partidos opositores unidos después de una campaña, como todas, de insultos, descalificaciones, ataques y acusaciones.

Tanto la palabra balotaje y su definición son herencias de la democracia francesa, que la practicó por primera vez en 1852 y ahora es común en la mayoría de los países que escogen presidentes. En la forma simple, si ninguno de los candidatos obtiene el 50% de los votos, los dos más votados pasan a la segunda vuelta. En la forma compuesta, un candidato debe de conseguir el 40 o 45% de los votos y sacar una ventaja de 10% a su contendor más cercano para evitar la segunda ronda.

Pero el balotaje es solo una parte de las reformas que están detenidas porque en los partidos hacen cuentas de sus posibilidades, a favor o en contra, si les beneficia particularmente o no; porque nuestro país está repleto de políticos y vacío de estadistas y las decisiones se toman de acuerdo a intereses personales y no de la población. Desde 2011, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) presentó una propuesta para una nueva Ley Electoral, que analizó durante más de un año con diferentes sectores y que incluye en 90% de las recomendaciones hechas por la Unión Europea. Hay otras dos propuestas que envió el Poder Ejecutivo y todo está estancado.

Puede ser que adrede dejaron que el tiempo venciera, pues algunos cambios como la segunda vuelta electoral, la escogencia de los diputados por distritos o la incorporación de otros partidos políticos al TSE necesitan reformas constitucionales que, como manda la ley, requiere del voto de 86 diputados y ratificarla en la legislatura siguiente, cuando no sea año político, y las elecciones son en 2017. Pero como ya sabemos, en la política todo es posible.

Las reformas también mencionan las sospechosas financiaciones políticas; el dinero que llega a montones desde las cuentas de varios empresarios que buscan el favor de los gobernantes y los contratos fabulosos de energía eléctrica, carreteras, fideicomisos, préstamos y una infinidad de negocios que solo favorece a unos pocos. Además está visto que muchos políticos reciben dinero del crimen organizado, que ha logrado controlar a alcaldes, diputados y a saber a cuántos más. Y están los corruptos que aprovechan los fondos públicos para dedicarlos a su campaña. Millones y millones que nadie sabe de dónde salen, pero se intuye.

Para rescatar la confianza de los votantes en las elecciones, las reformas también incluyen el voto electrónico y sustituir las mesas receptoras electorales, integradas por miembros de los partidos políticos, con credenciales compradas o no, que reciben directamente los votos y pueden manipular las actas para el fraude. Con el cambio serían mesas ciudadanas en las que supuestamente no estarían los activistas.

La democracia tiene que reinventarse con cada generación y el compromiso de los partidos políticos, para su propia sobrevivencia, es recuperar la confianza de los ciudadanos, que no todos sean como decía Bernard Shaw: “La política es el paraíso de los charlatanes”.

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