Promover a los demás

Promover a los demás


Por Segisfredo Infante

El periodista y novelista hondureño René Zepeda, hace exactamente doce años me expresó lo siguiente: “Poeta: Usted es poco conocido porque se ha dedicado, toda su vida, a promover culturalmente a los demás”. Me quedé en silencio reflexionando sobre la afirmación del amigo. Aunque en los tiempos que corren poseo una muy mala memoria traté de guardar en los archivos de mis neuronas aquellas palabras, dichas como al azar, que cristalizaban algo muy cierto de mi trayectoria vital. Desde que comencé a escribir y publicar en el diario “El Cronista”, allá por los finales de 1979 o en los mediados de 1980 (me falta la precisión de los archivos), me dediqué a apoyar a otras personas, del pasado lejano o del reciente. En aquel periódico ya desaparecido me auxiliaron don José María Espinoza Cerrato (QEPD) y don Paulino Valladares nieto. Mi primer artículo de circulación nacional fue sobre Froylán Turcios. Los textos subsiguientes trataron sobre José Cecilio del Valle, uno de los mismos que autopercibí como inconsistente, razón por la cual escribí un segundo artículo vallista que motivó a don Medardo Mejía a que me buscara en mi cubículo de corrector de pruebas de la vieja Editorial Universitaria.

Meses después escribí un artículo promoviendo un par de poemas del sampedrano Julio César Pineda, y unos cuentos (“Las caracolas antiguas de la vida”) del narrador hondureño Abel Herrero, o sea Carlos López Osorio hijo. También discurrí sobre la obra de Ramón Oquelí Garay, Paulino Valladares, Rubén Darío y Alfonso Guillén Zelaya. A la par llevé unos artículos del guatemalteco Factor Méndez, quien se encontraba exiliado en Tegucigalpa, para que se los publicara don Paulino nieto. Y aunque teníamos cosmovisiones diferentes, los artículos de “Don Factor” fueron dados a conocer. Parejamente le hice alguna publicidad a la revista “Andrómeda”, de unos poetas y narradores costarricenses. Por ahí deben andar los archivos de la última etapa del “Cronista”, que por ahora se me han extraviado. O se los comieron las termitas.

Al desaparecer “El Cronista” comencé a escribir, con más consistencia, para otros periódicos y revistas, siempre en un trabajo promocional de escritores hondureños y extranjeros. Recuerdo uno de mis textos dedicados al poeta griego Odysseas Elytis, del sábado ocho de mayo de 1982, cuando todavía era un muchacho. Y mis contribuciones literarias sobre novelistas latinoamericanos para la revista “Frente”, en un afán juvenil paradójico por desmarcarme de lo cotidiano sindical. Años más tarde fundamos con Oscar Soriano la revista de filosofía “Pensamiento Hondureño”, en uno de cuyos números publiqué un ensayo precipitado, cargado de digresiones, sobre los “Prolegómenos a la cultura hondureña”, texto que rectifiqué profundamente, para ingresar, con el tema del mestizaje etno-histórico colonial, a la Academia de Geografía e Historia de Honduras.

Es una cosa curiosa pero casi nunca he llevado mis ensayos y poemas a los encuentros y congresos de historia y literatura, sean nacionales o internacionales. He preferido guardarlos con cierta prudencia y timidez. Ya he dicho, en este mismo espacio, que cuando viajé a Suiza allá por 1988-1989, cargué unos ejemplares del Boletín Literario “18-Conejo”, con los poemas de José Luis Quesada. No con los míos. Cuando viajé al Estado de Israel, en 1993, llevé los libros de muchos escritores hondureños, indistintamente si eran de mi agrado o de mi desagrado. No llevé libros míos, ni siquiera para obsequiárselos al gran poeta ruso actual Evgueni Evtushenko.

Hasta hace poco he caído en la cuenta que debo, Dios mediante, comenzar a promocionar mis libros. Quizás por eso Libny Ventura Lara llevó algunos ejemplares míos a la Universidad Hebrea de Jerusalem. En Santa Rosa de Copán presentamos, recientemente, el libro “Fotoevidencia del Sujeto Pensante”. También distribuimos algunos ejemplares de la Revista Histórico-Filosófica “Búho del Atardecer”, que es la única publicación en donde nos hemos visto forzados a ser un poco selectivos. Pues en “18-Conejo” y en “Caxa Real” le publicábamos a casi todo mundo. Un ejemplo de lo afirmado es que en la página tres, del número 16 de la revista “Caxa Real”, correspondiente al mes de febrero del año 2004, escribí un artículo cargado de simpatía para un poemario de uno de mis principales detractores actuales. Ahí están los archivos que gritan contra la mentira, la impostura y la distorsión, desde las páginas del silencio.

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