País de salvajes
País de salvajes
GASPAR VALLECILLO MOLINA
Un entrañable amigo médico insistía que vivíamos en un país de salvajes. Indios sin gracia, sin idiosincrasia, educación, identidad ni respeto por la convivencia. Nos parecía injusto el calificativo aun coincidiendo en muchas aseveraciones. Falleció con la indiferencia del saqueado IHSS por carencia, indolencia e irresponsabilidad. Trabajó su vida profesional en esa institución, no atendieron su padecimiento que pudo haber sobrellevado con oportuno y adecuado tratamiento sin el indignante y salvaje “No hay” por la maldita corrupción, que aún no se castiga. Mi imperecedero recuerdo, agradeciendo su amistad.
Nada se respeta: Constitución violada, ley corrompida, todo politizado. Nada cambia, el poder es joder salvajemente. La culta, así le decían, es sanitario público, apesta. El centro histórico, así le dicen, es trágica historieta de delincuencia. Sus calles adoquinadas son sepultadas con muchas plastas asfálticas por salvaje decisión contra el ayer. Sin urbanismo ni urbanidad. Lo emblemático se destruye. Las estrechas aceras bloqueadas por vendedores y maltrechas son trampas peatonales. Es odisea cruzar la calle, no se respeta al peatón. Sin orden vial ni seguridad. Los “policías municipales” vestidos de cirqueros complican todo mientras los verdaderos se entretienen en otros menesteres. Y así es a nivel nacional. En las carreteras, los salvajes motoristas de rastras arrastran vidas. Los carros blindados con atorrantes funcionarios y guaruras irrespetan al ciudadano común. Las medianas sin grama, sino grava de colores, son cruce y parqueo de carros. Salvajes a toda prueba. ¡Y qué! Se muere fácil y barato, a nadie se le niega plomo o puñal a cualquier hora y sitio. No hay disminución delincuencial. Los periódicos sangran morbosamente con asesinatos, violencia, robos y accidentes exhibiendo cadáveres encostalados que ya no espantan. La extorsión es la paga por un día más de vida.
El temor nos invade y limita. Vivimos en zozobra permanente ante la ley del más fuerte. Como salvajes. La incultura es nuestra cultura popular. Ignorancia y patanería. Los politicastros se insultan con vulgaridades para notarse bestialmente. Nadie responde saludos. Cito un ejemplo, en un ascensor van varias personas, usted saluda, nadie responde ni lo nota. Ahí nos enteramos que somos invisibles. Asegura un buen amigo: “No somos nada ni valemos nada”. Hoy la juventud irrespetuosa demuestra lo que no aprende o capta bien de sus mal educados padres o con los anarquistas que los acarrean a llevar sus rostros cubiertos, quemar llantas, tirar piedras haciendo daño a la propiedad ajena y para desgracia de nuestra sociedad sometida, son chineados por el “defensor” ahora sin custodio de los derechos humanos que, temeroso del qué dirán, protege la salvajada total y brutal. Estamos más que servidos con este servidor. En las oficinas del gobierno, bancos, almacenes, restaurantes, talleres y todos los que dicen dar servicio, pagado, no tienen idea de la atención al cliente. Son sordomudos o monosilábicos. El aprecio al trabajo no tiene precio.
Todos los burócratas que nos cuestan lo que no sabremos nunca, son prepotentes, saben todo, no resuelven nada ni les interesa. Sobra corrupción, falta educación y autoridad. Duele, pero Hugo tenía razón, vivimos en un país de salvajes.
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