DIVAGADOS EN LO SUPERFICIAL
DIVAGADOS EN LO SUPERFICIAL
Editorial La Tribuna
PARA que el lector tome nota de lo desorientado que pasa el público por falta de discusión pública de los problemas nacionales. “Yo no acostumbro ir a comprar al otro lado –comentó una señora– a mi no me afecta que se dispare el dólar porque no voy de compras a los Estados Unidos”. “Yo no manejo el dólar –respondió otra– entonces no me afecta el precio pero me imagino que en las casas de cambio sí sube el dólar por esta temporada”. “A mí en lo personal no me afecta el precio del dólar –contestó una muchacha– porque no soy de las que compra en el exterior, pero sé que sí está caro”. Tan elementales son los conocimientos de la generalidad de la gente sobre estos temas que ni la menor idea tiene sobre cómo le afecta sus ingresos, su apretado presupuesto familiar, cada vez que la autoridad del Bantral, por instrucciones de las aves agoreras, devalúa el lempira. No se trata que vaya o no a los Estados Unidos a comprar. Es que la devaluación hace más caro todo lo que se importa.
Más de la mitad del mercado local se abastece con importaciones. Este no es país petrolero y toda la gasolina que se consume viene de afuera. El crudo que se utiliza para mover las plantas térmicas sube de precio por modificaciones del tipo de cambio. Ello incide directamente en las tarifas de energía eléctrica. Si estas señoras compran sus cosas en el comercio local, ¿de dónde creen que viene toda esa mercadería que consiguen en las tiendas, en los mercados o en los almacenes, que no se confecciona, se fabrica o se produce en el país? Viene de afuera. La devaluación tiene el efecto de hacer todo eso más caro. ¿Qué cantidad de medicinas son elaboradas nacionalmente? En la medida que se deprecia el lempira, suben los precios de toda la medicina importada. Lo mismo sucede con los alimentos básicos que compran en los supermercados. La moneda ya pasó la barrera de los 23 lempiras por dólar. Todos los días la devalúan más. Ayer estaba a 23.0287 lempiras por dólar. O sea que de ayer a hoy traer cualquier cosa del exterior cuesta más caro. Y así progresivamente todos los días. Todo lo anterior es algo que sería de público conocimiento si hubiese interés alguno de explicárselo a la gente. Pero eso no sucede. La autoridad del Bantral se regodea que la ciudadanía viva, con la boca abierta, en total ignorancia. Así, sigilosamente, empujan más al “indito” al precipicio para quedar bien con sus jefes del FMI.
Esta tarea de ventilar los temas nacionales, mientras la autoridad se hace la desentendida para que sobre ellos nada se sepa, debería de corresponder a la clase política. Pero a los políticos lo que menos les interesa es abordar esas aflictivas realidades que afectan el diario vivir de los hondureños. Nada de eso es objeto de entrevistas, de conversaciones o intervenciones en los foros de opinión. Ellos, están enfrascados en sus líos, sus rivalidades, en las trivialidades grupistas de la política sectaria. En la hojarasca seca de las frivolidades. El debate cotidiano versa sobre la intríngulis de la reelección, el plebiscito, la “trenza”, el manoseo de las reformas electorales o cualquier otro circunloquio que divague la atención del auditorio de las verdaderas angustias nacionales. Absortos en el alegato insustancial, con los insultos de rigor, que no demande más que el elemental conocimiento de las cosas.
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