Del caos a la dictadura

Del caos a la dictadura


Por: Mario E. Fumero
No cabe duda que el mejor sistema político para una nación es la democracia, la cual se fundamenta en los derechos del individuo, protegido por un Estado compuesto por gobernantes escogidos por el pueblo, para establecer leyes de convivencia y administración social. Pero para vivir dentro de una democracia se requiere madurez, disciplina y reglas o constituciones que se cumplan, además de necesitar ciudadanos maduros, educados e íntegros en sus actuaciones, para evitar que la misma se corrompa.

La democracia se deteriora cuando la sociedad es desenfrenada. Cuando sus gobernantes son invadidos por la ambición que les lleva a la corrupción. Cuando los políticos no buscan el bienestar del pueblo, sino el suyo propio. La democracia pierde su sentido de igualdad, cuando permite que la ley del más fuerte, domine al más débil. La democracia se desequilibra cuando no todos somos iguales y se permiten privilegios a ciertos gremios. La democracia se desmorona, cuando se proclaman derechos que ignoran o no se fundamentan en los deberes.

Una democracia sólida está sostenida en leyes. Las leyes regulan la convivencia social y garantizar la estabilidad de la nación a través de las instituciones creada para tal fin. Pero cuando estas fallan, y aparece el abuso de autoridad por un lado, la impunidad por otro, más los excesivos derechos, sin imponer primero los deberes, entonces la democracia se deteriora y nace el anarquismo. Una vez que el anarquismo se generaliza, automáticamente se destruye la democracia, y el Estado, la sociedad y las familias entran en caos. Es ahí cuando aparecen las dictaduras, las cuales con mano fuerte, imponen un orden que para evitar que la civilización se convierta en una jungla destructiva, en donde nos devoramos y destruimos entre nosotros mismos.

No solamente en Honduras, sino en casi todo el mundo se nota una crisis en la convivencia social que nos lleva a un colapso general, lo cual está profetizado en la Biblia, creándose las condiciones para el establecimiento de un gobierno mundial que ejerza una dictadura generalizada, con un poder de control absoluto sobre las personas.

¿Cuáles son los problemas que nos amenazan para llevarnos a este caos y gobierno mundial? Los fenómenos naturales, producto del cambio climático. La violencia terrorista, producto del radicalismo islámico y fanatismo. Las mafias y el narcotráfico, producto del crimen organizado. La quiebra de la economía, que actualmente enfrentan muchos estados, los cuales gastan más de lo que tienen y que van hacia una recesión económica de proporciones impredecibles, producto de la ambición humana. La cultura de la violencia, división e intolerancia, que nos lleva a la inseguridad. La corrupción generalizada, que socava la democracia y a los políticos, y por último, la pérdida de todos los valores tradicionales sobre la familia, que nos lleva a una generación de hijos sin identidad, producto de la filosofía del género, que hoy se impone y a nivel mundial como norma de conducta.

Qué bien describe el apóstol Pablo el panorama actual en 2 Timoteo 3:1-5. La decadencia del mundo nos lleva indudablemente a un caos generalizado que solo podrá ser frenado por una dictadura. Es por ello que la Biblia describe a este poderoso dictador mundial como “el anticristo”, el cual se levanta como Dios y contra Dios (2 Tesalonicenses 2:3-4) y su surgimiento será justificado, porque aparece en medio de una crisis mundial de proporciones alarmantes. No estoy de acuerdo con ninguna dictadura, pero cuando el anarquismo reina, la dictadura es la única alternativa para poner orden en el caos, y esto es lo que ya está ocurriendo en pequeña proporción en muchos lugares. La división y el desenfreno solo se solucionan con mano fuerte, y frente a un mal mayor, se hace necesario un mal menor.

Todas las condiciones están dadas para el gobierno mundial. Tenemos todos los mecanismos para el control de las personas, de la economía y de los movimientos (Apocalipsis 13:16-18). Nuestra intimidad ya ha sido invadida, justificada por la seguridad nacional. No creo, ni quiero una dictadura, pero si el mundo se “desmadra” la única salida será la mano fuerte que frene el caos, y tristemente hacia allá vamos irremediablemente.

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