Julieta y los julietos

Julieta y los julietos


Por Jonathan Roussel

Parece que doña Julieta está llegando al final de su tiempo como rectora. Ha sido derrotada por la sinrazón, la torpeza y la falta de visión de sus asesores y su altanería y sordera. Ninguna otra persona tiene la culpa.

En la historia no encontramos a nadie que con ese nombre hiciera algo importante. Solo en la literatura Romeo y Julieta de Shakespeare y la novela Julieta y las prosperidades del vicio del Marques de Sade.

Doña Julieta no es producto de la UNAH sino de la Escuela Superior del Profesorado y como complemento exhibe un título de licenciada en Sociología de la Universidad de Costa Rica. Trabajó algún tiempo como maestra de Sociología de la Autónoma. No tenemos la menor idea sobre si es suficiente para llenar los requisitos. Pero allí está y usa a placer esa autoridad tomada casi a la fuerza.

Su equipo de vicerectores y asesores en mayoría son producto de la Escuela Superior. Cuando se graduó había grandes diferencias. Ahora aunque tienen el mismo nivel como centro educativo siempre existen las diferencias.

Ellos se autollaman equipo rectoral. Mucho nombre para tan poca cosa. Mejor les quedaría el de julietos.

Con enorme presupuesto es muy poco lo que se ha hecho para el desarrollo de la ciencia, las artes, las humanidades y la tecnología. Solo un palacio gigantesco para los deportes que no puede sustituir las ideas y libertad de disentir de la academia. Tampoco puede ser útil como sustituto o complemento del material necesario en algunas carreras o equipo para investigaciones científicas.

En ninguna parte del mundo las armas han podido evitar que los hombres tengan pensamiento diferente. Ni los ukases de Zar o Zarina han logrado que los afanes libertarios sean sustituidos por períodos, horarios y aumento de medidas disciplinarias.

Contrario a lo anterior la rebeldía ha dado origen a las grandes hazañas y siempre ha derrotado la necedad.

Y seguimos en las mismas. No hay salida. Los alumnos tienen que someterse a su voluntad.

Hay varias historias que explican a profundidad cómo se ha llegado hasta ese agujero. Una de ellas se las cuento. Claro que hay otras historias con más importancia.

Por muchos años caminó por el Campus un poeta llamado Félix Cesáreo Padilla. Simpático, y servicial hasta ganarse el cariño y respeto de todos. Sus clases eran muy concurridas.

Entre sus antecedentes recuerdo que fue perseguido, capturado y torturado. En una ocasión estuvo desaparecido. Veterano de la izquierda.
Era acompañado por un niño llamado Cesáreo. Su hijo.

Cesáreo creció y caminó por aquellos pasillos laberínticos de la Ciudad Universitaria. Vio y escuchó todo lo que su papá hacia y decía.

Y ahora es pasante de la carrera de Periodismo. Y por ukase de la Zarina Julieta tiene suspendido el derecho de asistir a la Universidad.

Cuando la Zarina ascendió a rectora pretendió acercarse a Félix pero este rechazó esa amistad. Lo que terminó en mala voluntad. Llegando al extremo de pagarle su sueldo con un cheque que decía páguese a Félix Cesáreo Padilla la cantidad de L. 00.000.00. Un torpe intento de burla.

Como no pudo con Félix la mala voluntad se la endosó a Cesáreo. Y la venganza sigue.

Los estudiantes solo quieren que los factores extrauniversitarios desaparezcan. No más policías en el interior. No más acusaciones. Cualquier otra cosa que diga es chisme o pretexto.

Doña Julieta quiere el dominio completo. Algo así como una rendición sin condiciones.

Sindicalistas, trabajadores de mantenimiento, personal administrativo, docentes, exrectores, personal de seguridad, contratistas, invitados y hasta los que pasan por las calles de enfrente también deben estar al alcance de sus caprichos.

Creo que la Zarina tiene las horas contadas.

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