No se cree en nada ni en nadie

No se cree en nada ni en nadie


JOSÉ MARTÍNEZ SÁNCHEZ

Honduras ha sido un país generoso, con extraordinarios recursos, pero vive un momento de embotamiento porque se ha dado cabida a los peores instintos del ser humano. Hemos dejado de creer y amar. Ya no se cree en nada ni en nadie. El resultado es que vivimos en una continua incertidumbre. En los últimos años se ha multiplicado de manera grosera la incapacidad de avergonzarse y de pedir disculpas, de entenderse mediante el dialogo, de respetarnos como hijos de Dios. No hace mucho, acá se observaba un mayor civismo en la mayor parte de las personas. Hasta la actividad política, de la cual se podía estar en contra, tenía por ejemplo un valor que era el de la discreción. No se convertía todo, como ahora sucede, en un permanente espectáculo de circo.

Podemos pensar que lo que está pasando puede deberse a dos razones. La primera es que los partidos que hasta ahora venían dando una orientación ideológica, moral, a la acción política, se han olvidado de esas normas fundamentales. La política era dictada desde los principios, y cuando el ciudadano se encontraba en la soledad de una cabina electoral, ejercitaba su elección sin ningún tipo de coacción. La otra cuestión, ligada a la primera, es que tal vez no logramos entender las decisiones de la política, porque quizá no es en el mundo de la política donde se toman las decisiones. Probablemente las decisiones estén siendo tomadas por quienes deciden en un determinado momento, siguiendo lógicas de naturaleza económica y sin que beneficie al bien común de las mayorías. Esta puede ser una verdad cruel que asusta. A lo anterior añadimos que en los últimos años hemos visto cómo “malos hondureños”, sin respeto a nuestra nacionalidad y sin rubor alguno, calumnian en el extranjero a nuestro país, por intereses económicos.

Por otra parte, debemos tener en cuenta esta realidad, la mayor parte de la clase política ha seguido a hombres preocupados sustancialmente de cuidar sus propios intereses y de su círculo. El problema eterno de la cuestión moral. No hemos podido eliminar seriamente el “conflicto de intereses” para impedir que el objetivo común sea postergado por los intereses particulares. Podemos creer que sustancialmente el problema ha sido este: se ha desplazado al líder estadista por el populista, que ofrece y ofrece, y que al final no cumple, ni rinde cuentas a nadie, dando lugar a que un alto porcentaje de ciudadanos, sobre todo de aquellos sectores más necesitados, no crea en nada ni en nadie.

Y el problema mayor es que, a causa de esas promesas de campaña incumplidas, la frustración ha dado paso, entre otros, a la desvergüenza criminal que hemos vivido en los últimos 20 años, la superlativa corrupción, las matanzas, los grandes delitos del crimen organizado se han convertido en una cosa normal de todos los días; la cantidad de dinero y de vidas humanas que se han perdido por culpa de la impunidad ha sido impresionante, etc. Sabemos que la delincuencia es un problema, sin embargo, seguir llenando las cárceles no soluciona nada, solo genera más violencia, hay que llegar a la raíz del problema: brindar trabajo, educación y oportunidades para que se dé una reintegración plena en la sociedad hondureña.

Es preciso pedir a la clase política en general hacerse una autocrítica de sus actos y plantear propuestas transparentes y reales frente al proceso electoral que se avecina, recuerden que su conducta y decisiones tienen repercusiones sociales. Hay que procurar ser más sensibles a los síntomas de malestar de la población, así como más flexibles e intuitivos.

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