La paradoja: “capital humano”, pero sin capital
La paradoja: “capital humano”, pero sin capital
JORGE FLORES SILVA
La historia nos enseña que el mercado total y la planificación total de la economía no han sido alternativa para el desarrollo y el bien común. El mercado cuando se absolutiza se convierte en sujeto y el ser humano corre el riesgo de convertirse en objeto sufriente.
La planificación total convierte al ser humano en una unidad de producción bajo una lógica en la que la planificación es orientada para la persona y no por la persona. Ambos modelos de desarrollo nos deshumanizan. De ahí que se vuelve necesario armonizar mercado y planificación, de modo que haya coexistencia entre el bien común y el particular.
Esto no implica que la planificación esté sometida exclusivamente al mercado, sino que el mercado esté en armonía y en un justo equilibrio con la planificación. Aunque el que tiene el capital tiene la opción de invertir para generar riqueza, es la fuerza de trabajo en sus distintos niveles que verdaderamente produce la riqueza.
Hoy en día todo se concibe como capital, se denomina capital natural a los recursos naturales, se denomina capital artificial a los instrumentos técnicos que contribuyen a la extracción y a veces al exterminio del capital natural. También al ser humano se le concibe como capital humano. Lo paradójico estriba en que el “capital humano” no tiene capital. Desde la perspectiva de la teoría del capital humano, se considera así a la persona por sus conocimientos, sus habilidades, su grado de salubridad y el nivel de ingresos que percibe.
Esto tiene una implicación ética cuando se pierde la noción de lo que es bueno y de lo que es malo, porque sabemos que el capital se deprecia, se deprecia un bien de capital como el tractor o una máquina por el tiempo y por su uso, se deprecia el dinero como capital financiero.
Así, por ejemplo, si al inicio de la década de los noventa del siglo pasado un dólar era equivalente a dos lempiras o lo que es lo mismo un lempira era equivalente a cincuenta centavos de dólar, hoy un dólar equivale en alrededor de veintiún lempiras o sea un poco menos de cinco centavos de dólar por lempira.
Entonces si el capital se deprecia, el capital humano desde esta visión se deprecia cuando no va o deja de ir a la escuela, cuando se le olvida lo aprendido, cuando deja de ser productor activo, cuando no es consumidor activo… Esta perspectiva del capital humano es inhumana, porque la gente antes que todo es persona y por lo tanto no se deprecia, porque no es capital sino ser humano que tiene dignidad, inteligencia, libertad y voluntad independientemente de su condición económica y social.
Esta situación debe apartarnos del mito de que con solo educación vamos a salir de la pobreza, la realidad hondureña nos hace reconocer, que si antes los más pobres eran los que tenían poca o ninguna escolaridad, hoy estamos experimentando una verdad inocultable: el país está formando profesionales en las diferentes disciplinas y oficios técnicos que engrosan las filas de “los pobres ilustrados” como los denomina un destacado economista exdocente de la UNAH.
Ante esta dramática realidad denominada generalmente como inequidad y desigualdad, pero que en verdad es injusticia social, debemos impulsar una política educativa que no esté subordinada a la política económica, sino más bien impulsar una economía y una educación humana e integral de manera complementaria y simultánea.
Si no mejoran las condiciones materiales, sociales, psicológicas y espirituales de la gente, difícilmente se podrá impulsar un modelo educativo del deber ser que sea bien asimilado, que confraternice y que humanice. Tener como centro, sujeto y fin de toda actividad económica y social a la persona es la mejor opción para alcanzar mayores y mejores posibilidades de desarrollo.
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