Para fundar las ciudades miseria

Para fundar las ciudades miseria


JOSÉ ADÁN CASTELAR

¿Dónde están los ladrones? Preguntaba en una canción Shakira, antes de que la industria la convirtiera en una rubia del montón; pero aquí en nuestra Honduras sabemos que están en la radio, en los diarios, en la tele, en el gobierno, haciendo de la corrupción una fiesta interminable y multiplicando la pobreza.

La corrupción tiene un cordón umbilical hacia la miseria, por eso no es extraño que las naciones más pobres sean las más corruptas, o al revés. Las cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) dicen que tenemos 69.2 por ciento de pobreza, y la indigencia, que cubre con ese nombre a quienes no tienen ni qué comer, ni medicinas, ni ropa, ni nada, la sufre el 45.6 por ciento de los hondureños.

Las comparaciones son malas, menos en este caso; en Costa Rica la pobreza es de 17.7 por ciento, y la indigencia de 7.2; en Guatemala la pobreza sube a 54.8 y la indigencia a 29.1; en Nicaragua la pobreza incluye al 58.3 por ciento y la indigencia al 29.5 por ciento. Es fácil recordar que estos tres países, con mejores cifras que el nuestro, han tenido menos escándalos de corrupción y, por cierto, han llevado a la cárcel a los presidentes corruptos.

La mala calidad de vida de los hondureños se nota cada día en las empobrecidas aldeas, sin recursos para cultivar, y en las ciudades miseria, donde no llega el agua potable y el saneamiento básico es un lujo imposible. Allí hacen estragos la desnutrición, las enfermedades respiratorias, las del tracto digestivo, los accidentes coronarios y el bajo peso al nacer.

No debería de ser así, si tomamos en cuenta que entre los años 2000 y 2014 el gobierno gastó ¡343 mil millones de lempiras para reducir la pobreza! Y la pobreza aumentó. ¿Para dónde se fue ese dinero? Solo lo sospechamos. Aparte, y según el Foro Social de la Deuda Externa (Fosdeh), el pasado enero otros 30 mil hondureños descendieron al pozo oscuro de la pobreza.

Mientras esa pobreza sumerge a la población, el gobierno prefiere ocuparse de la defensa y seguridad que se llevan del presupuesto de 2016 unos increíbles 13 mil millones de lempiras, un 58 por ciento más que el año anterior; en cambio Salud aumenta solo 11 por ciento, y Educación 9 por ciento, según datos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales.

Lejos de promover el desarrollo para generar riqueza y distribuirla, el gobierno insiste en costosísimas campañas de caridad pública que no resuelven el problema, aunque sirven para pedir el voto; y solo el año pasado comprometieron dos préstamos de 134 millones de dólares para sus planes de Vida Mejor y Bono Diez Mil, que todavía reciben muchas quejas y dudas de sus supuestos beneficiarios.

Por la misma corrupción los puentes se caen y las carreteras son de linóleo; en los hospitales públicos las medicinas se compran vencidas o con la fórmula alterada; las escuelas no tienen techo y no hay pupitres; y la administración pública es mediocre, y el desarrollo se detiene, y la pobreza suma y sigue.

Claro que no todos la pasan mal, junto a las ciudades miseria convive la de los malls, las residenciales exclusivas, los carros lujosos, la mesa con mantel. La corrupción es un camino que se bifurca entre unos poquitos que se enriquecen hasta lo inaceptable y el montón que se empobrece hasta lo insoportable.

En su canción Shakira responde dónde están los ladrones: “Los han visto en los cocteles, todos repartiendo ministerios”

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