Medios y fines
Medios y fines
Por Benjamín Santos
Algunos llegamos a viejos y no sabemos diferenciar entre un fin y los medios para alcanzarlo. Algunos se pasan la vida acumulando riqueza y convierten un medio en un fin. Otros dedican sus mejores esfuerzos a alcanzar y retener el poder o cuotas del mismo, son los que conocemos como políticos de oficio. Otros se dedican a la búsqueda del placer en todas sus manifestaciones y terminan hastiados de lo mismo cuando ya no les queda vida para rectificar. En toda situación hay un por qué, la causa; un para qué, el fin; un cómo hacerlo, la técnica, un con qué hacerlo, los medios, y un con quién hacerlo, el equipo. Hay una rama de la filosofía para cada caso: la etiología, las causas; la ontología, el qué; la axiología, el valor ético de lo que hacemos, la teleología, los fines y así sucesivamente.
Si esos errores son graves en la vida personal, son gravísimos en la vida pública, es decir en lo que tiene que ver con el Estado y sus funciones en relación con la sociedad a la cual sirve. Confundir un cargo público con un medio para alcanzar fines personales, es una distorsión del servicio público.
Confundir la fe, que es un medio, con la salvación por el amor es otra tergiversación como lo dice claramente San Pablo en una de sus Epístolas. Si yo tuviera fe como para mover montañas, pero si no tengo amor de nada me sirve, dice el apóstol. Es confundir el medio con el fin.
Y en la vida política la confusión entre medios y fines es peor. Voy a poner un par de ejemplos tomados de la realidad actual. Los partidos políticos son medios institucionales para un fin superior: integrar los órganos representativos para lo cual los electos reciben un mandato directamente del pueblo que a su vez es un medio para conducir el Estado a su fin supremo: el bien común. Los diputados, por ejemplo, a tenor del artículo 202 de la Constitución, son representantes del pueblo y no de los partidos por medio de los cuales fueron electos. Desde su elección y posterior incorporación al Congreso, los diputados entran en el ejercicio de un mandato que ejercen en nombre y representación del pueblo. Es gravísimo que en nuestro sistema lo partidos y sus dirigentes actúen como dueños de los diputados y que controlen sus actuaciones de las cuales deben responder ante el pueblo y no ante quienes actúan como dueños de los partidos.
El caso que voy a exponer a continuación se relaciona con lo mismo. Me han preguntado mi opinión sobre las sentencias mediante las cuales la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia devolvió la vida a dos partidos a los cuales el Tribunal Supremo Electoral había declarado extinguidos por no haber obtenido los resultados mínimos establecidos en la ley en las últimas elecciones. Mi respuesta ha sido que el TSE fundamentó bien su decisión, pero que si la Corte dice lo contrario hay que cumplir la sentencia, porque frente a las sentencias firmes solo queda ponerse firmes como cuando un jefe le da una orden a un soldado o un padre de familia de los de antes a su hijo o como dijo Galileo cuando lo obligaron a retractarse de su descubrimiento de que la tierra se mueve: y sin embargo se mueve.
Con mucho respeto creo que la Corte confundió el medio con los fines. Eso ocurre cuando se confunde la cancelación de dos partidos que no llenaron los requisitos establecidos por la ley con la violación de los derechos políticos a votar, a elegir y ser electos de los miembros de esos partidos, garantizados por el derecho interno y por los tratados internacionales. Eso equivale a decir que si se destruye un puente mal construido se está violando el derecho de los ciudadanos que lo cruzaban a la libre circulación garantizado como un derecho humano. Nuevamente se confunde el medio con los fines, porque hay otros medios que los habitantes de un lado y del río pueden utilizar. Y termino con una verdad de Perogrullo: Los tratados internacionales establecen como un fin la protección de los derechos humanos por parte de los estados, pero cada Estado en nombre de la igualdad soberana y de la autodeterminación de los pueblos tiene la facultad de crear, organizar y regular las instituciones de su propio sistema político. Eso ocurre con los partidos sobre los cuales no hay ninguna legislación internacional. No hay que confundir el fin, que es la protección de los derechos políticos, con los medios institucionales de cada Estado para ese fin.
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