Disciplina partidista en el Congreso

Disciplina partidista en el Congreso


EDGARDO RODRÍGUEZ

En las últimas semanas se ha evidenciado en Honduras un tema de debate recurrente en Latinoamérica, se trata del comportamiento o disciplina de los parlamentarios frente a la línea de su partido, que se quebranta frente a leyes o decisiones polémicas. La evidencia estadística demuestra que la tendencia es a mantener la posición de partido.

Este es un tema sumamente polémico y en torno al cual no existen respuestas absolutas. La disciplina partidaria choca con la libertad de expresión, de conciencia, con el derecho humano del diputado a decidir por sí mismo, versus las órdenes de la agrupación que sirvió a los parlamentarios de vehículo para ocupar una curul.

Las cúpulas de los partidos mantienen un monopolio sobre las candidaturas a cargos de elección popular, de ahí que el incentivo del parlamentario de obedecer al dueño del partido o sus líderes es la posibilidad de ser reelecto, por el contrario, romper la disciplina pone en riesgo sus aspiraciones. Se exceptúan los casos de las candidaturas independientes. Se sabe que ciertos aspectos del sistema electoral fortalecen la preeminencia del partido sobre el individuo, tal es el caso del sistema presidencialista, la conformación de los distritos electorales o la forma de la boleta electoral.

Un argumento de peso a favor de los diputados es que ellos son electos por el pueblo, no por los “dueños” de los partidos, es verdad que una vez en el Congreso forman parte de la bancada de un instituto político, pero gracias a la voluntad directa y expresa de sus electores. Los partidos son pilares de la democracia y hay que fortalecerlos, sin embargo, está demostrado que en determinadas circunstancias excepcionales el individuo es superior a la organización.

¿Qué pasa cuando se rompe la disciplina partidaria? En los partidos con líderes autoritarios o intolerantes se recurre a la expulsión, generando fisuras o conflictos en las agrupaciones políticas. Las formaciones menos radicales se decantan por sancionar o reflexionar junto con los desalineados; los muy democráticos respetan, sin mayor problema, la decisión personal.

Así es como podemos entender que la democracia que tanto pregonan, es un sueño, en donde los diputados no responden al interés de los electores sino que a la linea de partido, en donde su punto débil es saber que estar en contra significa la exclusión en las próximas elecciones.

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