Manoseo de la justicia

Manoseo de la justicia


Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

El manoseo político de la justicia, es repugnante. No lo es, desde luego, para los políticos, pero sí para la sociedad, que ve en ello la causa de que los tribunales acomoden sus decisiones a los intereses que más convengan.

En esta ocasión, los políticos abandonaron todas las formalidades y las hipocresías de siempre. Inescrupulosamente reconocen y exigen que la Corte Suprema de Justicia sea repartida entre los partidos. Incluidos los nuevos partidos que hasta hace poco cuestionaban ese proceder. Unos exigen participar en la repartición, otros, que saben de la imposibilidad de beneficiarse, se oponen por oponerse, aunque ha trascendido que exigen cosas inaceptables.

Ninguno propone concentrarse en la idoneidad de los candidatos, entre los que hay magníficos profesionales del Derecho. Los hay también entre los que pretenden imponer los partidos que cogobiernan el Legislativo, pero, por la torpeza de querer imponer la lista, han sido, desafortunadamente, las víctimas inocentes de este grotesco montaje de nuestros políticos.

El fracaso del proceso de elección es responsabilidad de todos, pero más del cogobierno del Legislativo. Es evidente que la oposición aceptaría si sustituyen algunos de los que pretenden imponer. Solución que no es posible por ahora, por la obstinación del cogobierno en mantener la lista sin cambios. La presión, entonces, debe aplicarse a los que se resisten a la negociación, no a los que exigen cambios.

La intransigencia del cogobierno tiene sus razones. Por parte del Presidente -que es el auténtico elector en este caso, por la posibilidad de reelegirse-, la necesidad de que uno de los suyos dirija la Corte Suprema y el Consejo de la Judicatura, para, entre otras cosas, conservar intacta la sentencia que permite la reelección; por parte de los líderes del partido gobernante en el Congreso, el interés de que su Presidente logre su capricho, porque de lo contrario habría consecuencias; y, finalmente, el interés de la bancada liberal, de que la presidencia y la mayoría en la Corte sea del Partido Nacional, para demostrar su inconmovible lealtad al pacto de gobernabilidad convenido desde que entregaron la presidencia del Congreso Nacional a cambio de mantener la canasta básica (!)

La presión sobre los que se oponen a la lista del cogobierno Legislativo, es intensa. A la misma, se han sumado la mayoría de los líderes de la sociedad. Los culpan de todo: del fracaso del proceso, de las consecuencias que habrá en la economía, de la inestabilidad política, etc., y hasta los amenazan con ordalías en la otra vida. En otras palabras, esos líderes están defendiendo el manoseo de la justicia por parte de los políticos. Que no se quejen luego del mal desempeño de los órganos de justicia, porque ellos, con su actitud, están contribuyendo a que eso suceda.

Por actitudes como esa, la sociedad hondureña fue lanzada sin contemplaciones a la crisis que se inició el 2009 y en la que aún estamos sumidos. De esta crisis casi nadie ha salido ileso, salvo, por supuesto, los dirigentes políticos, que nunca pierden, por su pericia de navegar exitosamente sobre aguas turbulentas, mientras observan fríamente como naufragan los demás.

El patrimonio y la libertad son las primeras víctimas de una negligente o dolosa gestión de la justicia. Del primero solo los que “tienen” deben preocuparse; de la segunda, debemos preocuparnos todos.

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