Los pícaros
Los pícaros
Por Jorge Erasmo Bustillo
De acuerdo con la definición del Diccionario de la Lengua Española, el concepto de pícaro manifiesta las características de una persona dolosa, descarada, sinvergüenza, cínica, aprovechada, manipuladora, chantajista y hasta perversa. Los individuos de esta calaña se desenvuelven en los diferentes estratos sociales y se les considera como la deshonra de los principios morales, como una amenaza a las buenas costumbres que deben prevalecer entre la comunidad, para mantener una relación de comprensión y respeto para una convivencia social. Para evitar conflictos al hablar de los enredadores y artífices del engaño que se les conoce como “pícaros”, recurrimos a la apreciación sabia del ciudadano que tenía la capacidad de razonar con criterio y competencia sobre cualquier tema social que analizaba.
En los escritos publicados por el estadista José Cecilio del Valle, encontramos una relación sobre el epíteto de “pícaro”. En sus comentarios era irónico e incisivo, al referirse a la astucia con que actuaban algunos líderes de su época. Al señalar el incumplimiento de los deberes y responsabilidades sociales, especialmente de los políticos y la clase pudiente que manejaba a su antojo el poder económico y el de la justicia, como supuestos representantes del pueblo. En su evaluación dice: “Los malos gobiernos, las leyes mal calculadas, las falsas religiones, los hábitos y tradicionales, las leyes mal calculadas, las falsas religiones, los hábitos y tradiciones, el medio ambiente y hasta el sistema físico del país, incluyen en la producción de tantos bichos. Si se pensara en la clasificación de pícaros –medita-, se sucederían unos a otros los sistemas como se han sucedido en las serpientes y víboras. Uno las clasificaría por las causas que influyen en su producción, otros por la especie y cantidad de daños que hacen, otros por la fisonomía política, literaria, etc., con que se ocultan, otros por la pasión que sirven. Al fin se adoptaría el último por ser más nuevo o por la necesidad de fijarse en alguno. Formada entonces la nomenclatura, se observarían a vista de un pícaro sus caracteres distintivos: Se buscaría la clase, orden, género y especie a que correspondiese; y puesto en la que toca, se sabrían sus artes, su objeto y medios viendo los de su género”.
“Hay pícaros en la infancia, en la juventud, en la virilidad y en la vejez. El viejo es pícaro más experimentado y por consiguiente más pícaro. El ejercicio es, en esta clase, maestro como en los demás. Un pícaro se vuelve más pícaro ejercitando la picardía. Esta es la escala en igualdad de cosas”.
“Un pícaro conoce a otro pícaro al momento por una palabra, un ademán, una mirada. Un justo tarda mucho en conocerle; no le conoce a veces hasta después de ser inmolado. Los primeros hablan un mismo idioma y los segundos no entienden el de los pícaros. Hay pícaros que desenvuelven en sus planes tantos talentos como los creadores de las ciencias”.
Esta es la apreciación de un sabio sobre las especies de los llamados “pícaros”. El problema de los que no tenemos la penetración, el ingenio o la agudeza para detectar esta clase de alimañas, es que caemos inocentemente en sus trampas, y cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde. Ojalá pudiésemos descubrir sus artificios con las llamadas “pruebas de confianza” si es que no tienen ya la capacidad para burlar este sistema.
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