DEVALUACIÓN Y EL HALÓN DE OREJAS
DEVALUACIÓN Y EL HALÓN DE OREJAS
Editorial La Tribuna
DESPUÉS que denunciamos el deslizamiento pronunciado de la moneda que durante bastante tiempo se sostuvo en 19 lempiras por dólar pero que, unas semanas atrás –a fuerza de groseros empellones– estaba a 22.74 lempiras, las autoridades monetarias –a regañadientes– detuvieron el deslizamiento. Los editoriales escritos sobre la desplumada del indito Lempira calaron. Aunque la autoridad monetaria intentó desmentir que fueran instrucciones de las aves agoreras, por lo que tuvimos que refrescarles la memoria citando el boletín oficial del 9 de junio de 2014, cuando el Directorio Ejecutivo del FMI concluyó la consulta del Artículo IV con Honduras: “Los directores alentaron a las autoridades a estar listos a ajustarla (la política monetaria) para proteger las reservas internacionales o mantener la inflación bajo control. Los directores tomaron nota de la evaluación del personal técnico del FMI de que el lempira se encuentra un tanto sobrevaluado, y estuvieron de acuerdo en que una mayor flexibilidad cambiaria dentro del actual régimen fortalecería la posición externa y aliviaría los costos del ajuste fiscal. En el mediano plazo, las autoridades también podrían considerar un régimen más flexible, como parte de la modernización del marco monetario”.
¿Y lo anterior qué quiere decir? No hay que quebrarse la cabeza para entender que “flexibilización” es devaluación. En un inicio llevaban la procesión despacito, pero ahora llevan al indito como entierro de pobre. Un dirigente empresarial de la costa norte, sobre la aguda devaluación de la moneda, recomendó a sus socios “no estresarse y tener paciencia”, ingenuamente ilusionado en que “todo eso se va a normalizar”. “Hay empresarios –bromeaba Dumas Rodríguez– que si el gobierno les dice que quiere comprar un cáñamo para guindarlos, se pelean por ir a vender el lazo con que los van a ahorcar”. Si bien –a raíz de la denuncia y los editoriales– el deslizamiento se detuvo unas dos semanas, las aves agoreras enviaron una nueva misión a Tegucigalpa, para indagar la razón de la desobediencia. Han de haberle halado las orejas a los burócratas encargados de lanzar al indito por el peñasco, ordenando continuar, sin pretexto, la procesión fúnebre. Vemos que inmediatamente le dieron otro envión, de unos centavos, hacia el precipicio, para colocarlo en 22.7635 lempiras por dólar. Son contumaces. No entienden que las importaciones elevadas son porque el país no produce y requiere abastecerse de artículos importados. La devaluación hace más caros los alimentos importados, las medicinas, las materias primas, en fin todo lo básico que viene del exterior necesario para suplir lo que no se elabora en el mercado nacional. Si se trata de corregir la balanza comercial deficitaria, hay que privilegiar lo doméstico, pero también aumentar la capacidad de producirlo. La devaluación, dizque para que exportemos más, no resuelve el problema, lo complica. En jerga de los economistas, porque la demanda en el exterior para los postres que vendemos es inelástica. La razón por la que se han incrementado las exportaciones es porque la economía norteamericana se ha recuperado no porque estén devaluando la moneda. La devaluación, solo beneficia a los consumidores de afuera que compran más barato lo que vendemos y perjudica al consumidor nacional que paga más caro por lo que importamos. Cuesta entender, entonces, por qué siguen devaluando, si el boletín del 19 de febrero, del FMI, asegura que “el mejor desempeño de la economía hondureña fue impulsado por una recuperación en el crecimiento económico de Estados Unidos, mejores términos de intercambio y fuertes entradas de remesas”. “Simultáneamente, los menores precios internacionales en los combustibles redujeron la inflación a 2.4 por ciento al fin de año”. “Estos factores también apoyaron un aumento de 307 millones de dólares en las reservas internacionales netas a 2,783 millones de dólares al cierre de 2015, en tanto que las reservas internacionales brutas alcanzaron el equivalente de 4.6 meses de importaciones”. Son una madeja de contradicciones. Dan cifras abundantes que avalan la estabilidad monetaria, pero siguen devaluando solo por amolar al pobre pueblo pobre.
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