Constitución nueva, ¿para qué y para quién?


Constitución nueva, ¿Para qué y para quién?

Por Octavio Pineda Espinoza (*)

Hemos escuchado con atención el repentino llamado del Presidente y de algunos de sus seguidores para que, en sus palabras, “revisemos el contrato social” que tiene nuestro país, es decir, la Constitución de la República de 1982, el instrumento más acabado, más estudiado y más completo de nuestra aún joven democracia.

Dice un pensamiento muy popular que “lo mejor es enemigo de lo bueno” y haciendo el recuento de lo que hemos logrado en nuestra democracia de 34 años, bajo el imperio de la Constitución del 82 no es poca cosa, tanto así que es el instrumento constitucional que mayor vigencia ha tenido en nuestra azarosa historia y que mayor estabilidad le ha dado a la sociedad hondureña a pesar de que existan dos o tres personajes borrachos de poder que quieran de un plumazo eliminarla porque les estorba en sus pretensiones reeleccionistas.

Si los hondureños hacemos un alto y estudiamos las democracias más fortalecidas y estables del mundo podremos encontrar ejemplos de las virtudes que tiene mantener un texto constitucional que madure en el proceso democrático de una nación, por ejemplo una de las democracias occidentales más fuertes es la de la gran nación del norte; los Estados Unidos de Norteamérica tiene una constitución de 226 años, cuenta con apenas 11 artículos y 25 enmiendas o reformas y ha servido bien a esa nación para convertirse en el país más poderoso de la tierra, ejemplo de la protección de las libertades públicas a través de los años, las décadas y las vicisitudes internas y externas de esa gran nación y yo no veo ni escucho a nadie, menos a su presidente, haciendo llamados furibundos por su sustitución.

Si vemos hacia Europa encontraremos a España cuya constitución de 1978 sigue vigente y que les ha servido para reinsertarse en el contexto de la unión europea, la globalización y para darle estabilidad a su propio proceso democrático, ahí tampoco encontramos figuras del país haciendo llamados para desvirtuarla y destruirla por el capricho de dos o tres políticos que, como todos, son pasajeros puesto que la democracia continúa y con ella ha continuado el servicio que la constitución les ha prestado como nación.

No nos equivoquemos y no nos dejemos engañar, el problema de Honduras no es su Constitución ni sus leyes, el problema de Honduras es de falta de cumplimiento de la misma Constitución y de las leyes por parte de aquellos que han jurado defenderla y protegerla, es la falta de la cultura política necesaria en el pueblo hondureño y en especial de su clase política que se apresura a violentarla cuando no le conviene a sus intereses, el problema es que los poderes del Estado que nuestra Constitución señala en su artículo 4 “deben ser complementarios e independientes y sin relaciones de subordinación”, hoy como nunca han estado cooptados por el titular del Poder Ejecutivo que los domina a su antojo y los tiene de comparsas en flagrante violación al principio de la independencia de los mismos, por cierto ese mismo artículo es el que señala que “la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es obligatoria y que la infracción de esta norma constituye delito de traición a la patria.

La Constitución hondureña nos ha servido para elegir 9 presidentes al hilo, le dio estabilidad al país aún y cuando alrededor de nuestras fronteras, los países hermanos de El Salvador y Nicaragua se desgarraban en guerras fratricidas que llevaron a esas naciones a destruirse internamente y a matarse unos con otros porque precisamente su contrato social había fracasado. Es importante también señalar que el 97% de nuestra Constitución puede reformarse como de hecho, ha sucedido con muchos de sus artículos por medio de un procedimiento ordinario en una labor de constante mejora del texto constitucional y que solo son 11 artículos, los denominados pétreos, los que los constituyentes en su amplia sabiduría y experiencia determinaron no podrían reformarse porque atentan contra la forma de gobierno, el territorio nacional, el período presidencial, porque señalan la imposibilidad que un presidente desde el poder asalte de nuevo al mismo poder y se reelija, porque establece la prohibición tajante sobre quién no pueden ser presidente para el período siguiente y eso les estorba porque algunos sueñan, deliran con ser presidentes de forma indefinida.

Si revisamos en Latinoamérica a los países que han permitido la elaboración de una nueva constitución, lo han hecho para perpetuar en el poder a aspirantes a dictadores y tiranos, veamos de cerca los ejemplos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y los intentos en Argentina y Colombia y los sufrimientos que han traído a sus pueblos, las libertades que han perdido y el sacrificio enorme que representará hacia el futuro para las siguientes generaciones de ciudadanos despojados de sus derechos fundamentales y entonces preguntémonos y respondámonos con sinceridad, ¿nueva Constitución, para qué y para quién?

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