Pedirle peras al olmo

Pedirle peras al olmo


Por: Juan Ramón Martínez.
Muchos de los análisis sobre LIBRE y PAC, son injustos. Y mucho más, cuando las críticas se centran en Nasralla y Zelaya. Porque, les exigen un comportamiento que está alejado de su naturaleza de líderes “antisistema” que, por su propia condición, no quieren construir ni reparar nada, sino que derribar el aparato político. Para sustituirlo. En el caso de Zelaya, no se le puede pedir que en las discusiones sobre la integración de la Corte Suprema de Justicia, hubiera asumido una conducta diferente. Más bien, fue coherente, consistencia y consecuente. Tanto con su escasa capacidad para bregar dentro del Congreso, como por las debilidades que mostró al momento de negociar en que, en un rato pacta algo y después, lo incumple. No por mala fe. Por simple olvido. De modo que, es un error, pedirle que ayude a fortalecer el sistema democrático, en el que no cree. Y que, quiso destruir en el cercano pasado. Siendo presidente, intentó cambiar las reglas. E interrumpir el orden constitucional.

Ha sido muy transparente. Desde el segundo año de su gobierno, buscó con algún éxito, debilitar al Congreso Nacional. Puso al borde de la muerte al Partido Liberal. Por manera que lo que hizo con la mayoría de los diputados que le obedecen en la elección de la Corte, fue cumplir con sus planes y propósitos de debilitar las instituciones republicanas, para desde el vacío, refundar al país, emitir una nueva Constitución y volver al poder, en la espalda de los que le ven meritorio, basados en que la democracia nos permite a los ciudadanos: equivocarnos en el momento en que delegamos una parte de la soberanía en ciudadanos que, no cumplen nuestras expectativas.

Pero con Salvador Nasralla los análisis son más injustos. Siendo también un político “antisistema”, le piden moderación y, “buen comportamiento”, cuando precisamente, lo que le ha permitido estar en donde está, con una bancada propia en el Congreso Nacional, -cosa que se resisten a reconocer como un éxito-, es la franqueza para decir y hacer las cosas. Le critican porque no se comporta como demócrata, cuando nunca ha dicho que lo sea. No ha disimulado que no cree en la igualdad de las personas, ni aceptado que le guarde respeto a la soberanía popular y a la delegación democrática, -originada en las urnas-, de los diputados. No hay que sorprenderse cuando “irrespeta” a los suyos. A los que, de acuerdo como ve las cosas, considera como dependientes y subordinados. Y, a los que no cree que el pueblo haya escogido, delegándoles responsabilidades. Están en los cargos, cree, por su decisión de incluirlos en una planilla que los electores, respaldaron porque “los escogió Salvador Nasralla”.

También son injustos cuando le piden que ande como la mayoría, con esposa de la mano. Aquí, hay un fuerte machismo que, no se lo merece el líder del PAC. El que a los 63 años, no se haya casado no es una falta, un pecado o un error. Hay personas que no tienen vocación matrimonial y por eso, hacen una vida solitaria; pero normal. Por lo que no haya que criticarlos o señalarlos como incompletos, insinuando debilidades que, en política no vienen al caso. Tienen carácter privado. Discriminar no cabe en una sociedad democrática. Más bien, Nasralla comete un error político, sometiéndose a la manipulación, contrayendo matrimonio con una joven, que no le ayudará a mejorar su imagen de hombre, franco, libre, que hace lo que le viene en gana. Sería como si Zelaya se quitara el bigote. La juventud que le respalda, lo acepta tal como es. De forma que no tiene por qué someterse a la tiranía “del qué dirán”. Y menos, a cumplir reglas en las cuales no cree.

Lo que sí hay que señalar, es que tanto Zelaya como Nasralla, han fracasado, por ahora, en el intento de debilitar al bipartidismo. Con sus errores, falta de tacto y moderación, lo han fortalecido. Debilitando sus bancadas que, amenazan con agrietarse. Y perdiendo mucho del electorado que, les ha visto con alguna extrañeza. Olvidaron que, para cambiar algo, hay que obedecer las reglas. Esto es lo importante y fundamental. Lo demás es pura insensatez. Una pérdida de tiempo. Un intento de pedirle “peras al olmo”.

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