Vivir del crédito

Vivir del crédito


Por: Julio Raudales
Vivir del crédito no solo es bueno. En esta época tan competitiva y llena de retos que implican compromisos de vida con miras al futuro, tener buen crédito es deseable y hasta imprescindible.

El crédito da prestigio, seguridad, bienestar. Como su nombre lo indica, las personas que lo ostentan, gozan de credibilidad social, de buen nombre, de confianza. Pero además, es evidente que muchos de los objetivos de vida de la gente serían inalcanzables sin la posibilidad de la tecnología del ahorro y el crédito.

Pero ¿qué tiene que ver el ahorro en este embrollo? ¡Ah, seguro que ya lo sabe! La única posibilidad de que usted pueda gozar de un crédito para poder gastar o invertir hoy más de lo que gana, es que alguien, seguramente personas que usted no conocerá en su vida, gasten en el presente menos que sus ingresos y hayan puesto ese dinero a su disposición a través del sistema financiero.

Podemos concluir entonces que el crédito es lo mismo que el ahorro, pero en negativo, ya que si usted gasta hoy más de lo que le ingresa, deberá consumir menos (ahorrar) mañana, ya que deberá destinar una parte de su peculio al pago de la deuda.

Fue el profesor Milton Friedman de la Universidad de Chicago, quien inició esta discusión a mediados del siglo pasado. Lo hizo para demostrarle a su colega y rival académico John Maynard Keynes, lo erróneo de su tesis sobre las determinantes del consumo agregado, ya que el británico aducía que las personas gastan una fracción de su ingreso presente, lo cual Friedman rebatió con evidencia empírica, creando así la llamada teoría del ingreso permanente.

La Teoría del Ingreso Permanente dice en resumidas cuentas, que todas las personas hacen un análisis racional, basado en sus expectativas de ingreso a lo largo de su vida, y que a través del mismo determinan sus prioridades de consumo presente. Por ejemplo, un médico que estudia su especialidad en cirugía plástica, puede estimar que sus ingresos futuros serán elevados y por eso tenderá a buscar un estatus de vida actual más alto, digamos, que alguien que estudia sociología.

Pero las expectativas de un mejor nivel de ingresos a lo largo de la vida solo podrán conseguirse a través del crédito. Si no existieran bancos que estén en la disposición de dar un préstamo para comprar una casa o un auto, el estudiante de cirugía plástica no podría aspirar a un mejor nivel de vida actual.

Es por ello que es fundamental cuidar nuestro sistema financiero. Esto implica evitar que la ambición de sus propietarios, el ansia desmedida de créditos por parte de los consumidores y las malas políticas del gobierno, provoquen colapsos indeseados, como lo sucedido en Estados Unidos en 2008 o en Argentina en 2001.

Las mayores crisis económicas de la historia, se han dado por el mal manejo en el crédito. Lo mismo sucede, dígame usted si no, con la economía del hogar.

Escribo esto, a propósito de la puesta a discusión en el Congreso Nacional, de una “Ley anti usura”, con la cual se busca defender a los consumidores de los abusos, en especial, de los bancos emisores de tarjetas de crédito y otros instrumentos financieros.

Es una buena iniciativa, si consideramos que en efecto, se dan muchos atropellos por parte de algunas casas emisoras de tarjetas, será necesario poner freno a las llamadas a deshoras, a las sobretasas y a la presión por adjudicar más crédito a personas no sujetas del mismo, ya que esto es justamente la semilla de las crisis.

Pero si lo que el nuevo intento de legislación busca poner techos a la tasa de interés que los emisores de tarjetas colocan a los usuarios, desde ya debe quedarles claro que van a fracasar.

Está harto demostrado que la tasa de interés es el resultado de una serie de factores que se dan, tanto en los mercados reales como en los financieros. La falta de seguridad jurídica y ciudadana, los trámites administrativos engorrosos, las malas políticas fiscales y monetarias, son algunos de estos determinantes y es a ellos a los que hay que dirigirse si se quieren bajar las mismas.

Pero lo mejor que se puede hacer al respecto es educar al consumidor. Solo con buena información y con consciencia se pueden evitar colapsos familiares y nacionales.

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH y exministro de Planificación y Cooperación Externa.

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