Financiar la agricultura

Financiar la agricultura



Por: Carlos A. Medina R.
Las naciones que desean llamarse independientes tienen la obligación de producir los alimentos que la población consume diariamente, y solamente aquellas no favorecidas por la naturaleza pero que tienen otro tipo de recursos como el petróleo, pueden darse el lujo de importarlos de los países que producen en exceso. Nuestra Honduras no tiene esos recursos extraordinarios, pero sí las tierras adecuadas. Desafortunadamente tiene que importar los alimentos básicos de otras naciones, y este año nos veremos obligados a comprar maíz y arroz en el exterior.

Los Estados Unidos y Canadá en Norte América, y en este último país, a pesar de su clima extremadamente frío, producen suficiente trigo, maíz, papas y todo tipo de aceites vegetales para alimentar su población, y los agricultores y ganaderos son ciudadanos que por sus ingresos pertenecen a la clase media de esos países. La explicación es sencilla: han podido mecanizar la producción agrícola y ganadera con conocimientos que nosotros los hondureños no tenemos, y lo más importante, es que reciben subsidios del gobierno federal para producir los alimentos que necesitan y el exceso lo venden a las naciones como nosotros, que no tenemos ni subsidios ni tecnología agrícola de punta.

Para los ciudadanos que habitan en la capital, y posiblemente en San Pedro Sula, que desconocen el campo y los métodos de producción agrícola, lo más probable es que no apoyen la idea de subsidiar la agricultura o la ganadería, y más bien están interesados en que esos subsidios se le trasladen al transporte, porque ellos prefieren llegar en un vehículo de ruedas a sus trabajos y si exigen que el costo de la canasta básica sea accesible a los salarios que devengan en sus cómodos trabajos, en donde con aire acondicionado reclaman todos los años aumento a sus sueldos.

Los que vivimos en el campo y que conocemos a fondo el quehacer del hondureño, sabemos que los productores de clase media y alta tienen mucha facilidad para que los bancos les presten dinero, pero el pequeño agricultor, el hondureño que posee menos de cinco manzanas, no tiene esa ventaja, no tiene la capacidad para mecanizar su agricultura ni mucho menos el dinero para comprar la semilla que ha de plantar cada año para alimentar a los suyos. Ese pequeño agricultor es víctima de los usureros y su familia está siempre muy cercana a la hambruna.

Los capitalinos, porque yo fui uno de ellos, piensan que los cafetaleros y los ganaderos siempre tienen sus morrales llenos de lempiras, y la verdad es que estos trabajan incesantemente, están hasta las orejas con préstamos en los bancos que en muchas ocasiones no pueden pagar, y a veces pierden sus tierras y casas al sistema bancario nacional. Caso específico es el de los cafetaleros que en esa quimera de sembrar el grano, y como no hacen contabilidad de costos, continúan cada vez perdiendo dinero, enjaranándose en los bancos, pero afortunadamente dándole trabajo a miles de hondureños y divisas al país.

El pequeño agricultor que siembra maíz en su pequeña parcela para alimentar su familia, tiene en estos tiempos que rogarle a Dios para que llueva, buscar al prestamista para comprar la semilla y esperar a que Dios lo ampare y le dé una cosecha en su manzana de tierra suficiente para llenar el plato de sus hijos con tortilla y frijoles. Si le sobrasen algunos quintales de maíz, los vende para pagarle al usurero y comprarle los zapatos y la ropa que su familia necesita; el retrato de su pobreza se refleja en su humilde casa cubierta de láminas y tejas y hecha de paredes de bahareque.

Somos una nación con alta pobreza, con altos índices de analfabetismo, con familias de muchos hijos y con hambre crónica. El Presidente actual ha visto y entendido el escenario, y trata de paliar el problema con medidas salvadoras pero temporales, excepto por su pequeño programa de ayudarle a la gente a construir sus casas, pero es necesario ver que el problema es grande y necesita medidas más puntuales y de otra dimensión para poder solventar el problema de raíz.

Si queremos comer tortillas con maíz hondureño, frijoles y arroz catrachos, y siendo que somos un país agrícola y no industrial, dirijamos nuestros subsidios a la agricultura y la ganadería, y formemos un servicio técnico de agrónomos nacionales financiados por el gobierno, para mejorar nuestra producción agrícola, y dejar de importar de una sola vez por todas los alimentos que comemos. Nuevamente, una nación es verdaderamente independiente cuando produce los alimentos que consume.

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