Garrapatas
Garrapatas
Por Roberto C. Ordóñez
Los técnicos de escritorio de la Secretaría de Agricultura quizás no conozcan las garrapatas porque no se meten al monte ni se enlodan las zapatillas, pero los masoquistas del agro sí las conocen bien y las odian, pues no solo atacan su ganado sino a ellos mismos. Es frecuente ver a los campesinos despegarlas del cuerpo a puro tacto y destriparlas entre las uñas de los pulgares.
Son dañinas para el ganado al que chupan la sangre y le transmiten muchas enfermedades, entre ellas la piroplasmosis que si no se detecta y trata a tiempo es mortal.
Hay de varias clases, desde las menuditas llamadas coloradillas casi invisibles, hasta las chatas que son más granes y los patacones que se inflan como vejigas llenos de sangre y cuesta despegarlos del pellejo. Si no se hace con cuidado dejan la cabeza adentro que muchas veces causan infecciones.
Pero esta introducción sobre los ácaros es solo para referirme metafóricamente a los políticos que se aferran al poder con uñas y dientes.
Tal el caso de Nicolás Maduro en la rica Venezuela que tiene amolados a los pobres venezolanos que en este momento carecen de todo.
En el corto período transcurrido entre la pérdida de las elecciones para elegir la Asamblea Nacional y la toma de posesión de esta, decretó un montón de leyes y disposiciones que mantienen atada a la Asamblea. Llegó incluso a elegir una nueva Corte Suprema de Justicia al gusto de sus caprichos y mantiene en el puesto en el Tribunal Electoral a una doña que hace lo que le ordena, incluyendo la anulación de dos diputados de la oposición con lo cual de un solo plumazo eliminó la mayoría absoluta ganada taco a taco por la oposición, que ahora solo tiene mayoría simple.
Todos los asuntos que aprueba la Asamblea los anula o los veta. En la consulta popular realizada para recolectar doscientas mil firmas para convocar a un referéndum revocatorio que seguramente pondría fin a su mandato, la oposición en tiempo menor del previsto recolectó casi dos millones de firmas, pero el autócrata sigue poniendo trabas.
Mandó que los venezolanos no trabajaran dos días de la semana para ahorrar energía y agua. Asustado por los dos millones de firmas aumentó la holganza a cuatro, para que los empleados del Tribunal Electoral no dispongan del tiempo legal para certificar la veracidad de las firmas. Sus asesores, que se las saben todas porque él no sabe nada de nada, se aferran al poder como patacones de esos que chupan sangre hasta reventar
De todos los males venezolanos causados por él mismo, Maduro le echa la culpa al imperialismo, a la oligarquía y en general al gobierno norteamericano. Insulta a dignatarios extranjeros llamándolos de “basura” para arriba. No permite observadores ni veedores de ninguna parte
Los países del cono sur de América están torcidos con las garrapatas. Les ha llegado una peste.
Evo Morales ya lleva diez años y quiere más, pero el pueblo le dio la espalda en la última consulta popular. Por escaso margen perdió la posibilidad de reelegirse indefinidamente.
Pero en honor de Morales hay que decir que de todos es el que mejor lo ha hecho. Ha disminuido considerablemente la pobreza; ha expropiado monopolios privados extranjeros que explotaban recursos naturales para convertirlos en monopolios públicos rentables. Por primera vez en muchos años las reservas monetarias del país han aumentado. De un poco más de 30 millones de dólares con que recibió el país, las ha elevado a casi 400 millones. Ha mejorado las condiciones de vida de los bolivianos más pobres dotándolos de casas; hospitales y escuelas.
Es un populista poco ilustrado, pero con un sentido común bien desarrollado. De los compañeros de viaje del sur, es el que lo ha hecho mejor.
Rafael Correa, un economista egresado de una universidad norteamericana tampoco lo ha hecho tan mal. Dijo que no quería reelegirse, pero ahora quiere.
El comandante guerrillero tampoco lo ha hecho tan mal. Los nicaragüenses en su mayoría están satisfechos, aunque sea una garrapata aferrada al poder.
Nicaragua es el país más seguro de Centroamérica.
A la doña brasileira no le valieron las triquiñuelas. Va para “fora”…
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