Mal de Honduras, mal de todos

Mal de Honduras, mal de todos

Editorial La Prensa

Las siempre revueltas aguas de la política vernácula están más que nunca agitadas por el tema de la reelección. Es interesante ver cómo los que antes eran sus detractores son ahora sus acérrimos defensores, y que muchos de los que apoyaron a Micheletti durante su gobierno interino, dizque para defender la democracia, hoy parecen haber perdido la memoria y la dimensión histórica de los sucesos de junio de 2009, simple y sencillamente porque sus intereses personales han cambiado.

Tampoco es que sea esta una gran novedad, puesto que si la política es el arte de lo posible, aquí lo es hasta de lo imposible, y la falta de seriedad que ha caracterizado siempre a nuestros políticos impide que la población se extrañe de sus culipandeos. Sucede lo mismo con lo referente a Toncontín y Palmerola, ayer malo, hoy bueno; ayer bueno, hoy malo.

Varios funcionarios del Gobierno de turno y otros miembros del Partido Nacional han sido tajantes: la reelección va, nada la detiene, ha hablado el presidente del máximo tribunal del país; hay Juan Orlando para rato, etc., etc. Por otro lado, el ingeniero Nasralla ha declarado a los medios que se viene un “relajo perro”, que la Maccih será testigo de la “madre” de todas las marchas, que posiblemente no haya elecciones, que quedaremos, de nuevo, aislados del concierto de las naciones, etc., etc.

Lo que los hondureños debemos tener claro es que el interés de la república debe estar por encima de los intereses de cualquier partido político, de cualquier ambición personal y de cualquier interés foráneo. Los que aquí hemos nacido no tenemos otro país. Si Honduras se hunde, nos hundimos todos; si a Honduras le va mal, le va mal a todos. Debe dolernos que, por egoísmo, por ambición o por soberbia, haya todavía malos hondureños que le deseen mayores males a la patria. Ningún hijo de esta generosa tierra debe alegrarse cuando nos retienen las ayudas o nos congelan los préstamos. No es hondureño auténtico aquel que sale al extranjero, o invoca desde dentro, que se haga daño al país.

Tanto la gente que detenta actualmente el poder, como la oposición, deben sentarse a dialogar, sin ases bajo la manga, para conjurar una nueva crisis política. Los tiempos han cambiado, la población tiene mucho más criterio que hace siete años y es más consciente de sus derechos. Que los que tienen poder para tomar decisiones las tomen pensando en el bien objetivo de la nación. La situación no nos deja mucho espacio de maniobra. Seamos sensatos y no le hagamos a Honduras más daño del que hasta ahora le hemos hecho.

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