Infancia robada

Infancia robada


Redacción La prensa

María, vamos a llamarla, así, conoció demasiado temprano el amor. Con su “novio” de catorce años, se aventuraron a recorrer una senda para la que hace falta experiencia y madurez y ahora han debido enterrar al fruto de una relación con un futuro más que incierto y que difícilmente podía conducir hacia alguna parte.

Para nada sirve buscar culpables. La madre, quien sabe por qué razón, admitió aquel “matrimonio” precoz; del padre de María no se ha dicho nada y los padres del muchacho tampoco han aparecido en la escena. Todo resulta absurdo. En situaciones como esta parece más verdadera que nunca aquella frase que señala que a veces la realidad supera a la ficción. El problema radica, sin embargo, en que historias como esta son más frecuentes de lo que quisiéramos en nuestro país.

La infancia es una etapa de la vida cuya característica básica es la inocencia. Se espera que a los diez años nuestras niñas aún jueguen a las muñecas y, no obstante vivamos en un ambiente erotizado a más no poder, no se planteen aún el ejercicio de la sexualidad o la convivencia marital de manera inmediata. Sin embargo, casos como el que nos ocupa nos muestra cómo hay unas realidades que desafían cualquier teoría y que nos hacen caer en cuenta que hay que atenderlas con sentido de urgencia.

La pobreza, acompañada de ignorancia y promiscuidad, produce por docenas experiencias como la de María. Niñas que apenas se asoman a la pubertad, que carecen totalmente de la madurez física, afectiva y psicológica para convertirse en madres, y que son introducidas violentamente en el mundo adulto de manera voluntaria o forzada, y terminan perdiendo la inocencia y la esperanza de realizar de manera ordinaria unos estudios o una elección amorosa verdaderamente libre y responsable.

Lo que queda ahora es pensar qué hacer. Es evidente que los padres necesitan más orientación. Y cuando hablamos de orientación no solo nos referimos a una adecuada educación sexual, sino de un conocimiento profundo de la naturaleza humana, de las características de la masculinidad y la feminidad, de la importancia de incidir en la manera en que se manifiestan los sentimientos, de transmitir a los hijos valores como el respeto o la responsabilidad.

Claro, es fácil hablar. Cuando se vive en el límite, cuando apenas alcanza para comer, para vestirse, para educarse, para tener un techo, para comprar las medicinas, la vida pesa más de lo imaginado. Por eso, juzgar a María, juzgar a su madre, juzgar al padre de la criaturita muerta, es difícil. Habrá, más bien, que compadecerlos porque, muchas veces, niños como estos no supieron nunca el significado de una verdadera infancia, alguien se las robó, y, en medio de tanta confusión, es casi imposible determinar quién lo hizo.

Comentarios

Entradas populares