MANUAL REVOLUCIONARIO DEL SIGLO XXI
MANUAL REVOLUCIONARIO DEL SIGLO XXI
Editorial La Tribuna
BASTANTES años ya desde que las juventudes vanguardistas vibraban al isócrono compás de la música del materialismo histórico. Tiempos inmejorables cuando aprendían el glosario revolucionario extraído de los textos clásicos. Los ladrillos obligados de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Ilyich Ulyano o bien las divagaciones filosóficas de sus exégetas contenidas en “El hombre Unidimensional”, “Los Condenados de la Tierra” o en los resúmenes pedagógicos de la Harnecker. Para los que aspiraban conocer otros matices de la insurrección inexorable, ya no producto de la lucha de clases sino de variantes adaptables, hubo quien disfrutara alucinando cómo hacer “Revolución dentro de la Revolución”; y para aventureros de armas tomar, una metódica lección en el arte de las escaramuzas, resumida en la “Guerra de Guerrillas”. Sin embargo, pese a la espesa literatura disponible, para instruirse adecuadamente, pocos revolucionarios quedan hoy en día con ánimo de digerir todo eso, si de leer se trata. Menos cuando los auditorios modernos con circo se entusiasman y con jerga ordinaria se conforman.
Queda entonces, como reliquia sagrada –si es que haya algo sagrado a los ateos– el enciclopédico legado de pensadores consagrados que catequizaban a la feligresía militante: “Los proletarios no tienen nada que perder (…) más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar”.
“El socialismo económico sin moral comunista no me interesa”. “Libertad ¿para qué? Si la democracia es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano”. Hoy todo ese arsenal es obsoleto. Rústico inventario archivado. La táctica del “revolucionario” de moda es distinta: El enemigo si no existe hay que inventarlo. Satanizarlo hasta la bestialidad. Exagerar la magnitud del peligro, repetir hasta el cansancio la gravedad de la amenaza, para que espante. La doctrina convencional pasó a ser pieza innecesaria del anticuario que los iletrados revolucionarios de ahora ignoran.
¿Cuál cultura sin estudio? Si a duras penas memorizaron estribillos, consignas y latiguillos verbales. Los pedagogos de hoy en su forma tosca de actuar, su burda manera de hablar, su estilo arrebatado de pensar, modificaron el contenido dialéctico. De ese breviario de estupideces (el manual revolucionario del siglo XXI) enseñan a sus aventajados alumnos. Una muestra del vocabulario: “Traidor”, el agravio preferido que brota a flor de boca. Las amenazas todas vienen del “imperialismo colonialista y las oligarquías de ultraderecha”. Los adversarios son “oligarcas burgueses”. La oposición: “banda de golpistas, terroristas, torturadores, conspiradores y asesinos”. Expresidentes demócratas: “Un club de vagos, narcotraficantes y complotistas”. Los funcionarios internacionales o presidentes de otros países que abogan por la democracia: “injerencistas, basura corrupta, fascistas, agentes de la CIA, escoria imperialista”. Los manifestantes: “parásitos que generan la violencia”. Los presos políticos: “asesinos”. Los expatriados: “gusanos”.
Perlas para el legado histórico: Cátedra de economía: “Tenemos una economía criminal de acaparamiento mutante”. “Hay una ninfomanía de dólares en muchos sectores, imposible satisfacerlos porque están buscando el dólar por el dólar”. “Aquí no hay escasez sino desabastecimiento”. “Sería un auto suicidio colectivo de la economía del país”. Reflexiones políticas: “Qué bueno sería tener una oposición racional, gente racionable”. “Política internacional: “Alerta a la conspiración “auspada” desde Estados Unidos”. Cálculo de unidades de tiempo y de distancia: “No dudé ni un milímetro de segundo”. Investigaciones detectivescas: “Se descubrió una aguja en un panal”. “Demasiada coincidencia que maten a alguien y al día siguiente esté muerto”. Clases de historia: “El prócer quedó huérfano de esposa”. Confesiones: “Los capitalistas especulan y roban como nosotros”. Maldiciones: “A ti ni te ignoro, te vas a secar, estás seco”. Creencias espirituales: “Pajaritos chiquiticos que se paran en una viga y comienzan a silbar”. “Si tu silbas, yo silbo, y silbé”. “El pajarito me vio raro, ¿no?, me dio una vuelta y se fue, y yo sentí el espíritu de él”. (Lo anterior solo es una muestra, pero el repertorio es ilimitado). ¿Cómo condensar toda esa genialidad –de los maestros revolucionarios contemporáneos– en una gota que haga justicia a tan egregias figuras? Alguien que los ha calibrado a la perfección ofreció una: “Dictadorzuelos”.
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