Devaluación del ser humano
Devaluación del ser humano
Por: Benjamín Santos
No solo las monedas pierden valor en las transacciones comerciales y financieras frente a otras monedas. Desgraciadamente también los seres humanos pasamos de valer más a valer menos según determinadas circunstancias. Por más que se hable de la dignidad de la persona humana y que algunas corrientes políticas y organizaciones sociales la tomen como lema de sus actuaciones, por más que prediquemos la igualdad de todos, siempre hay quienes valen más y quienes valen menos según determinados criterios propios de nuestras culturas. Si nos dirigimos por el tener, el pobre no vale lo mismo que el rico al momento de hacer una solicitud a las instituciones gubernamentales o privadas. Ahí vale el tanto tienes tanto vales, como dice la frase popular.
Un profesional vale más frente a quienes no tienen una formación académica, pero frente al rico lleva siempre las de perder. El saber establece una diferencia a favor de unos y en contra de otros, pero el tener siempre vale más como criterio de diferenciación. Bien decía un personaje de la zona sur: yo no sé leer, pero en la bolsa llevo al abogado, al médico y al profesor, es decir que les prestaba dinero. El poder divide a la sociedad entre quienes mandan y quienes tienen que obedecer especialmente si se usa el criterio de quien manda manda y si se equivoca vuelve a mandar. ¿Cuántos desprecios y humillaciones tenemos que sufrir de parte de quienes tienen poder casi siempre sin merecerlo y muchas veces electos por nosotros mismos? El poder vuelve soberbio al humilde e insoportable a quien por sí mismo ya era soberbio. Incluso la belleza física, que no le costó nada a quien la tiene y no debería sentirse orgulloso de lo que no le cuesta, establece un criterio de devaluación frente al que nació feo sin merecerlo y sin haber tenido nada que ver en el asunto. El feo nace y vive en un proceso de permanente devaluación. Peor si es feo y pobre, feo e ignorante. En broma acostumbro pedir dos descuentos en los centros comerciales, uno por viejo y otro por feo, aunque debo reconocer que mi madre me dio unas características físicas nada despreciables, empezando por la estatura. Por supuesto que lo digo en broma, pero al momento de dar explicaciones les digo que alguna consideración debería de haber para quien tiene que cargar una figura poco agraciada toda la vida sin tener ninguna culpa.
Desgraciadamente hasta el género se usa para que unos seres humanos valgan en la sociedad menos que otros. Las cosas han ido cambiando, pero en la sociedad tradicional cuando nacía un varón había fiesta, pero no ocurría lo mismo cuando nacía una mujer, porque el varón era mano de obra barata para ayudar al padre en las labores del campo. Todavía la mujer, pese a todas las luchas y los avances que se han logrado en el campo político y social, sigue en una posición de desventaja frente al varón. Con el acceso de la mujer a la educación y con ello a la vida profesional y política, se va borrando aquellas horrorosas diferencias hasta el punto que ahora nadie niega que la mujer y el hombre somos iguales, pero siempre aclaro que es en derechos y obligaciones, porque prevalecen las diferencias naturales de manera que desde el punto de vista biológico, psicológico y demás una mujer es diferente a un varón. Es horroroso además que la mal entendida igualdad esté llevando a las jóvenes a copiar las conductas reprochables del hombre bajo el criterio de que somos iguales: si vos chupas yo chupo, si vos mujereas yo hombreo y si vos trasnochas, yo amanezco en la calle. Quizá exagero, pero algo de eso hay.
Y a propósito he dejado el tema de la edad al final, aunque debí haberlo tratado al principio como causa de discriminación. Hay culturas como las orientales donde los viejos ocupan un lugar de honor en la sociedad y por su experiencia son una fuente de orientación para las nuevas generaciones. Quizá no todos merecen ese honor, pero como regla vale. En nuestra cultura la tercera edad, aunque no fue así al principio, es la principal causa de devaluación del ser humano. Ser viejo es casi pasar al lugar de las cosas inservibles. Y si además se es viejo, pobre, feo, mujer y poco instruido la situación es peor. Por eso les recomiendo que no se hagan viejos para lo cual basta con no celebrar los cumpleaños y no decir la edad. ¿De acuerdo?
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