Divididos y ciegos por políticos vagos

Divididos y ciegos por políticos vagos


Octavio Carvajal

Realmente que muchos hondureños nacieron con la cabeza en los pies. A casi siete años de sufrir violentos actos vandálicos tras el derrocamiento del expresidente Manuel Zelaya Rosales, miles siguen divididos pero felices porque todavía sueñan que políticos vagos nos sacarán de la miseria, si lo que sufrimos es un marasmo cerebral.

Los medios de comunicación, también fraccionados por ideologías o intereses particulares, son directa e indirectamente responsables de creerse “guías” practicando un periodismo irresponsable, fanático, que confunde y confronta, que lejos de educar, marca la pauta para sembrar odio, barbarie entre los diversos sectores.

Chupón

Y es que los escenarios políticos de 2016 son abismalmente diferentes a los de 2009. Cualquier improvisado, ufanado de sano es un ladrón buscando la Presidencia de la República u otros cargos de elección popular. En contienda habla de honestidad, en el cargo hurta hasta secar la ubre estatal.

Insolentes, sinvergüenzas aquellos que llevan décadas en política y ni en uno ni en otro partido han solventado los problemas más sencillos de la nación. El político criollo cree que el ropaje le quita lo bandido. Cautiva con charra, se cruza barriales, carga y llora por los niños. En el trono se muestra altivo y más tonto si la prensa lo lame.

Adulando a uno que se fue simples reporteros pasaron a ser pudientes hombres de comunicación, siendo en gran medida fiadores de la crisis política que mantiene polarizada la familia hondureña. No cabe duda que un sector empresarial conservador es también culpable. Acusan o ensalzan a cronistas camaleones según sus codicias.

Han surgido incontables pancistas y ricachones. Con más aspirantes al sillón presidencial todos juran arreglar el país en un santiamén. Son todólogos, egocéntricos, pulcros, católicos, evangélicos, indignados. Frente al público no quiebran un plato, pero apenas tienen un cargo público, despedazan bancos y nos dejan endeudados por caprichos.

Perversos

Cuando hay infinidad de injusticias sociales, cuantiosas raterías al erario, corruptos hablando de honestidad en el Congreso o en otros puestos burocráticos, es peligroso para cualquier país pues está comprobado que las ansiedades, frustraciones o la cabeza caliente nos lleva a elegir peores senderos. “Hay caminos que al hombre le parecen de salvación y son de perdición”, rezan las Santas Escrituras.

Votar con el corazón o por tirrias nos puede orillar a elegir un gritón que se cree salvador de los desprotegidos o a reelegir un malandrín que ofrece mejores salarios y el pobre le paga su jugoso sueldo por holgazanear en una butaca legislativa. No perdamos el norte si la brújula es exacta. Aquí muchos(as) están resentidos por zapatillas o coimas.

Doble vía

A diario probamos que políticos redentores al final son improvisados. Tienen doble vida. Dicen amar a las mujeres, pero las insultan por tener una personalidad indefinida. El que mucho habla mucho se equivoca. Unos nos chuparon todo cantando con narcos y, otros, siguen prendidos de la teta estatal junto a su prole.

A un reconocido cuatrero es imperdonable que lo miremos como un “dios”. Que lo pongamos en un altar y le prendamos candelas es lesivo. No podemos vivir como retrasados mentales. Idolatrar bandoleros o personajes con doble cara nos llevará al precipicio. Elegimos pícaros, nos saquean y, de remate, les costeamos el voto.

La reelección presidencial es un tema delicado, sobre todo cuando un gobernante está frente a nutridas demandas nacionales incumplidas y con políticos corruptos libres, riéndose por la maldita justicia. Si en el pasado reciente fue delito hablar de continuismo, hoy tal vez no lo sea porque todos van en el costal. Un exmandatario “cacho” odia volver, pero preso se vería bonito.

Si los hondureños tienen la pésima costumbre de tirar la basura a la calle, ¿por qué reciclar a políticos basura? Que no nos delate el afecto ni sigamos divididos ni enamorados de políticos vagos que cuadran y tasan sus maldades en las más onerosas gargantas con las que unidos cada cuatro años se tragan la patria.

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