“Caballos flacos”

“Caballos flacos”


Por: Juan Ramón Martínez
Hace varios años –en el siglo pasado– Francisco Martínez, editorialista de Siempre que dirigía Pepe Pagés Llergo en la ciudad de México, escribió, refiriéndose a los silenciosos aspirantes a la presidencia de aquel país, que la “caballada”, es decir los candidatos, estaban “flacos”. En otros términos, que carecían de los méritos para ser candidatos del PRI. E inmediatamente, presidentes de México. Eran los tiempos, — antes que Vargas Llosa dijera que aquello era una dictadura perfecta– en que el candidato presidencial del PRI que, inevitablemente estaba llamado a ganar las elecciones, era escogido, de dedo por el presidente de la República. Hay que recordar que México había hecho una revolución en que su líder Adolfo Madero, en 1910, había levantado como lema de su revuelta “Sufragio efectivo y No reelección”. Y de cuyo resultado, se incluyó desde entonces, como norma central de la vida política de México, la no reelección. Pero en vez de esta, se estableció el Maximato, en virtud del cual, el presidente de la República, era casi una suerte de “rey” efectivo, cuya palabra era ley y su dedo consagratorio. Y para que el dedo cayera encima de los aspirantes, era necesario que estos no manifestaran, interés alguno en sucederle. De allí surgió la frase de Fidel Velázquez dirigente de la Confederación de Trabajadores de México, que “el que se mueve, no sale en la foto”.

Recuerdo el editorial de don Francisco Martínez, porque el escenario político actual es muy parecido al de México de entonces. La única figura destacable de la vida política nacional es JOH. Él maneja la agenda nacional, le da curso a la sociedad y obliga a la “caballada” política –no se ofendan, es un símil– a mantenerse amarrada, sin moverse, esperando la ocasión que caiga el dedo. O por la reelección o por la no reelección. Pero además, los candidatos del Partido Nacional por ejemplo, en el caso que tuvieran que suceder a JOH, están muy “flacos”. No tienen discurso, carecen de visibilidad y no cuentan con la organización partidaria, con la cual movilizar las masas hacia las urnas. Ninguno se atreve a mostrar interés en sucederlo. Todos declaran su adhesión, aunque de labios hacia adentro, mascan el freno de la impotencia, en vista que se mueren por ser presidentes. Ricardo Álvarez, Óscar Álvarez, Miguel Pastor, se mantienen callados, sin moverse, perdiendo contacto con sus bases a la espera que les suelten de donde están maniatados: el poste de la disciplina partidaria.

En el Partido Liberal, ocurre otro tanto. Muchos son los que han declarado sus intenciones, incluso creando movimientos capitalinos desvinculados con el resto del país, pero sin pasar por alto que la señal de salida, para emprender la carrera pasa por dos circunstancias: que Elvin Santos determine en qué momento lanza o no, su candidatura. Y si hay reelección o no reelección. Porque en este caso, frente al riesgo que Zelaya –el único que puede aprovechar el sentimiento anti reeleccionista, mezclado con el anticachurequismo– se decide a ser o no ser el candidato de LIBRE. En este partido, se han dado cuenta de las limitaciones de Zelaya, de sus contradicciones inevitables –fue usado para dividir a los liberales y permitirle a los nacionalistas ganar por segunda vez, la Presidencia de la República– en que no se sabe esta vez, si JOH lo usará nuevamente, como ariete para debilitar la oposición que, él sabe que integrada; pero sin que se note ni siquiera el sombrero del caudillo olanchano, puede ganarle las elecciones. Por ello, muchos, con buen sentido, aspiran a ser candidatos presidenciales, aunque muestren los costillares desnudos y las miradas tristes por la desnutrición y el desamparo popular.

En PAC, el “jamelgo viejo”, se pone más flaco. En vez de comer, relincha y patea, impidiendo que otros ocupen su lugar y puedan ganar la carrera. Sin poder evitar, por el egoísmo natural de los caudillos desentrenados, favorecer al Partido Nacional, bien con JOH o sin él. La DC agoniza. Tiene potrillos “motos”. Sin futuro. De modo que se puede anticipar, si Santos no es el candidato, que la reelección será necesaria, porque no habrá “caballos”. Solo quedará el “fotógrafo”. Y no podrá fotografiar a nadie. Porque todos se habrían ido. O llevados a USA.

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