Prudencia

Prudencia


Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

Toda decisión entraña riesgos. Sin embargo, se toman, pero adoptando las pertinentes precauciones para minimizarlos o neutralizarlos.

Esto es válido en cualquier circunstancia. Para un padre de familia responsable, por ejemplo, cualquier gasto debe obedecer, necesariamente, a las necesidades familiares. En estas necesidades se incluyen, por obvias razones, las vacaciones en familia. Sin embargo, sería imprudente de su parte, disfrutarlas en un crucero por el Mediterráneo, si esta decisión limita la satisfacción de las necesidades básicas familiares en todo el año. En lugar del crucero, podría compartir con su familia en cualquier destino turístico que sus posibilidades financieras le permitan.

Lo mismo sucede con los gobernantes, en quienes la prudencia debe manifestarse más rigurosamente, porque sus decisiones, sin importar su categoría, proyectan sus consecuencias a toda la sociedad. Deben sustentarse, ciertamente, en consideraciones objetivas, es decir, propias de la realidad material de la sociedad, sin darle margen alguno a la imaginación o a los prejuicios del decisor. Deben apegarse a los inventarios de necesidades de cada sector. Cualquier decisión al margen de estos inventarios, conspira contra las reglas elementales de buena administración.

El país pasa por circunstancias inéditas. El déficit es general. En salud, en educación, en infraestructura, en seguridad, en fin, en todo. Cientos de miles de jóvenes se incorporan al mercado laboral anualmente, sin que la mayoría tenga posibilidades de encontrar un trabajo digno, que propicie la acumulación de experiencia para ascender gradualmente en la escala social y económica. Son muy pocos los trabajadores que están protegidos por el sistema de seguridad social y de estos, poquísimos disfrutan efectivamente de esa protección, pero en condiciones miserables, por la precariedad de los servicios provocada por el saqueo a que fue sometido el IHSS por los corruptos. Y todo en un contexto de violencia y crimen jamás experimentado.
Con muy pocos recursos disponibles, la gestión estatal debe actuar con austeridad, por consiguiente, siguiendo reglas elementales de la ética administrativa, toda acción debe fundamentarse y el gasto que implique debe justificarse.

En estas condiciones, el Presidente debe ser prudente en sus decisiones. Pueden ser atrevidas, siempre que el resultado a obtener sea, objetivamente, alcanzable. Debe, por ejemplo, crear condiciones excepcionales para la inversión, particularmente la extranjera, respetando, desde luego, la soberanía y la dignidad de los hondureños. Las visitas de Estado para eso sirven, porque, bajo el auspicio del gobierno anfitrión, se tornan visibles para la empresa privada, que, convocada oficialmente, asiste a cuanto evento participa el Presidente, promoviendo su país.

En este contexto, habría que preguntarse la pertinencia del viaje del señor Presidente a Dinamarca. ¿Era una visita de Estado o una invitación a un evento? ¿Si no era una visita de Estado, por qué se hizo acompañar de una delegación de alto nivel? ¿Era necesaria su presencia en ese encuentro de empresarios de la moda? ¿El transporte utilizado, era el único disponible? ¿Fue tan lejos a promover la maquila?

Debe preocuparnos la actitud del Presidente. Pareciera que vive una realidad distinta a la de los hondureños, en la que, como gobernante, puede permitirse cualquier lujo.

¿Si no hay prudencia en este período, con qué nos sorprenderá el señor Presidente en su segundo período?

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