Presidente subversivo
Presidente subversivo
Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario
El Presidente ha subvertido el sistema con su estilo, imponiéndose a todo y a todos.
Arremetió contra sus correligionarios, primero, dominándolos hasta la sumisión. A la empresa privada la tiene en estado de shock, después de atacarla desde diferentes flancos. Amedrenta a los dirigentes del movimiento sindical, mediante requerimientos judiciales, aprovechando sus torpezas, como esas que quedaron al desnudo en el caso del IHSS. A los gremios profesionales, que mantenían en jaque a los gobiernos, los desarticuló, utilizando en su contra los excesos en que cayeron.
Construyó un férreo sistema de control sobre las instituciones del Estado. El Congreso está totalmente sometido a su voluntad, porque ha logrado desmantelar la oposición, cuyas bancadas no han resistido las tentaciones del poder, provocando escisiones, divisiones y, en definitiva, el caos total, que ha aprovechado para convertir sus caprichos en leyes.
En el Poder Judicial, impuso en la Corte Suprema sus candidatos, con el apoyo directo de la bancada del Partido Liberal e indirecto de la bancada de Libre -que optó por retirarse de la votación, dejando al Presidente los espacios que necesitaba-, así como el de algunos diputados de las bancadas de oposición, que decidieron plegarse a los caprichos del Presidente.
En el MP logró imponer su candidato, contra las reglas que la Junta Proponente había aprobado, lo que provocó que algunos de sus miembros, en protesta, se retirasen.
A la Policía la tiene bajo fuego permanente, amenazados todos sus miembros, incluidas sus cúpulas, hasta hace poco todopoderosas, capaces de todo tipo de abusos, amparadas en la impunidad que le garantizaban los políticos, desde el Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
A las Fuerzas Armadas les coquetea, a la vez que sutilmente las amenaza, como sucede con la creación de la Policía Militar del Orden Público, cuyo fortalecimiento, se sospecha, apunta hacia la sustitución del modelo de Defensa y Seguridad que hoy existe, y hacia el que se encaminaba Lobo Sosa, cuando proponía fusionar las Fuerzas Armadas y la Policía, con el apoyo decidido del presidente del Congreso Nacional, hoy Presidente de la República.
Ha tornado oscuro todo lo público, mediante una ley que convierte en secreto los procesos de decisión y ejecución que convenga al Presidente, y bajo un esquema de inteligencia estatal, tiene bajo vigilancia a funcionarios y a ciudadanos, previamente seleccionados.
Ha militarizado la justicia penal, aplicando un modelo de integración de investigadores, fiscales y jueces, bajo el control de jefes militares, asignados a la Policía Militar del Orden Público, la que, de hecho, actúa bajo la directa dependencia del Presidente.
Ha creado un sistema que lidera el Consejo de Defensa y Seguridad, que él preside, al cual se integran, el presidente del Congreso, el presidente de la Corte, el Fiscal General, el ministro de Seguridad y el jefe del Estado Mayor, para recibir instrucciones directas suyas.
Finalmente, logra, después de atraer algunas ONG, seducir algunos ministros religiosos, asignándoles funciones públicas, quienes al aceptar, además de violar la Constitución, distorsionan su misión apostólica.
Ha subvertido el sistema, el señor Presidente, para someterlo, sin restricciones ni condicionamientos a su voluntad. Sin saberlo, o quizá sí, ha seguido lo que el genio de Foucault, después de haberse sumergido en las profundidades de la naturaleza del poder, advirtió: “El gran juego de la historia está en quién se apoderará de las reglas, quién ocupará el lugar de los que las utilizan, quién se disfrazará para pervertirlas, para utilizarlas en sentido contrario y girarlas contra los que las habían impuesto; quién, introduciéndose en el complejo aparato, lo hará funcionar de tal manera que los dominadores se encuentren dominados por sus propias reglas”.
¡Y todo esto en, apenas dos años y medio!
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