Esto apesta

Esto apesta


Editorial La Prensa

El descubrimiento de un nuevo escándalo de corrupción en otra entidad estatal, en este caso el Registro Nacional de las Personas, no hace sino demostrarnos que el músculo ético de la sociedad hondureña está sumamente debilitado y que más ciudadanos de los que deberían y quisiéramos se dejan corromper “por unos dólares más”.

Para la mayoría de los habitantes de este país la situación económica es sumamente complicada. Pocos logran llegar a fin de mes, muchos realizan más de una actividad que les reporta algún dinerito, un mes se tapa un hoyo pero otro queda descubierto. Es típico, por ejemplo, que en muchas oficinas del Gobierno más de un empleado, además de realizar la labor para la que ha sido contratado, venda ropa, cosméticos, comestibles, etc. a plazos entre sus compañeros de trabajo. Hay ya también en Honduras hombres dedicados a diversas tareas profesionales que por la tarde o noche, o en sus días libres, presten servicio de taxistas privados e incluso de vigilancia. La cosa está, pues, color de hormiga.

Y esta situación se usa a veces como pretexto para justificar que uno o varios funcionarios públicos se presten para cometer acciones irregulares o lleven a cabo procedimientos que no son legítimos. Lo peor es que los casos que salen a la luz no son más que la punta del iceberg, cada vez que se hace presión sobre algún punto del cuerpo social sale abundante pus, cada vez que se esculca un poco por debajo de la superficie se escapa una cantidad enorme de alimañas de todas las especies y todos los tamaños. Esto apesta.

Esta putrefacción moral le hace un daño enorme al país entero no solo por el dinero que, en lugar de ir al tesoro público, va a parar al bolsillo de más de un sinvergüenza, sino porque ante la impunidad que reina las nuevas generaciones se han ido acostumbrado al hecho, y han llegado a pensar que ser ladrón es característica del perfil nacional, y que ser “vivo” es una virtud.

La gente honrada, que es la mayoría, espera que en este caso la ley se aplique sobre los responsables no solo porque cualquier delincuente merece recibir su castigo sino también por el daño que le han hecho a la imagen del país. Imagínense ustedes lo que pensarán de nosotros los hombres y mujeres de diversas procedencias que se acercan a estos malos hondureños dispuestos a traficar con nuestra propia nacionalidad. Todos esperamos que este no sea un escándalo de esos que duran tres días, y que pronto veamos tras las rejas a los culpables de semejante vergüenza.

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